lunes, 13 de agosto de 2007

La Tragedia del Desclasamiento.


Culturalmente al menos, nuestra pequeña sociedad es Aristocrática, es decir todos conscientemente quieren ser como los ricos.

Los simplistas culparan otra vez al chivo expiatorio de la época: Los medios de comunicación de masas y en especial a la televisión.

Aunque la cultura surja de las clases subalternas y así ha sido siempre, los pobres carecen también de las herramientas conceptuales para comprender el fenómeno y se encuentran al garete como en tantos otros asuntos.

El resultado de esto es que los pobres que logran salir un par de cuadras de los barriales y de las casas de sus ancestros, comienzan a decorar sus casas con afiches de películas que no han visto o fotografias en blanco y negro que no dicen nada de ellos ni de los fotografiados.

Todo comienza con una súbita repulsa al pisco y en especial a la piscola: Esto no tiene que ver con un resabio de curaderas insoportables en una playa del litoral central, ni con cañas de antología en la vía publica o en una comisaría, no, se presenta como la materialización de un instinto que desconocíamos similar al que lleva a los insectos a reproducirse.

Esto que comienza con una reconversión etílica, prosigue en una reconversión estética y semántica que obliga a cambiar la caja de vino por botellas, el vaso empavonado por copas, el plato con pichanga por unas insípidas zanahorias, etc.

Es cierto que en la tele se habla de suchi desde el matinal hasta la última serie soft porno de trasnoche, pero cierto es también que nadie ha ido a protestar por ello.

Mientras la cultura surge abajo y se copia de arriba, los pobres que emergen dejan su cultura en la última entrevista de trabajo fracasada, en el último examen reprobado o el último crédito rechazado, e intentan replicar la cultura de segunda mano que exuda una clase alta cada vez más mitológica que verídica.

Y los cuicos mientras harán todo lo posible por sentirse guachacas.

Y aunque dentro de nosotros siempre estén aquellas calcetas blancas, esas canciones cebollas retumben en nuestras cabezas y queramos silvarlas todo el día... nos reprimiremos lo suficiente como para convencer a nuestros vecinos que también somos unos desclasados.

25.05.2007

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