lunes, 24 de noviembre de 2008

La Piratería y el Libre Comercio.








Bucaneros y Corsarios del Siglo XXI.


La noticia internacional del momento es el secuestro de un buque petrolero saudí por parte de una de las bandas que operan en el norte de Somalía acosando a las naves que se acercan al golfo de Aden, única ruta para ingresar al canal de Suéz desde el océano Índico; ruta comercial entre oriente y Europa.

Somalía hace años se desangra en una cruenta guerra civil lo que impide que sea su gobierno quien se encargue de la situación.

En precarias lanchas, antiguos pescadores, curtidos por años de guerra, abordan barcos cargueros abarrotados de todo tipo de mercancías que viajan principalmente hacia Europa, o que llevan petroleo hacia oriente como el caso del petrolero secuestrado. Hasta un cargamento de tanques rusos fue interceptado.

Pero esta situación actúa como revelador de otra, que por ser obvia se nos escapa ¿Qué sería ser pirata? La respuesta a esta interrogante nos conduce hacia otra: ¿Porqué los somalíes deben respetar los bienes preciosos que transitan por sus riberas?

El comercio es la quintaesencia de la civilización. Si bien en un comienzo el intercambio de bienes se regía por las normas consuetudinarias de la reciprocidad, en que los comerciantes viajaban en caravanas cargados con riquezas susceptibles de ser tranzadas por otras en el destino, debidamente resguardadas de quienes quisieran arrebatárselas; la extensión de los imperios transformó el arriesgado comercio externo en interno. El comerciante ya no debía solventar la custodia de mercenarios pues sus impuestos actuaban como una prima de seguro. El emperador construía caminos y los custodiaba, y además acuñaba monedas que simplificaban el intercambio y el traslado de riquezas. La protección imperial era dada incluso a los caravaneros extranjeros pues se comprendía la importancia del tráfico de mercancías y similar trato era dado independiente del provecho directo que le reportara el cargamento. Esta situación explica la fluidez milenaria de, entre otros célebres corredores, de la ruta de la seda, que conectaba al mediterraneo con China, aunque sólo en un breve intervalo de tiempo, bajo el imperio de Kublai, el hijo de Gengis Kan, toda la ruta fue custodiada por un único gobierno.

La importancia atribuida al comercio por las civilizaciones ha sido una característica común a todas ellas, por ejemplo las vestimentas de los atacameños destacados lucían plumas de aves tropicales distantes a más de mil kilómetros al oriente tras la cordillera de los andes. Sin embargo los pueblos que han debido padecer de los abusos de los imperios, de los comerciantes o simplemente han seguido un desarrollo alterno, apuestan a la independencia económica sea en sistemas de autosustento sedentario o nómada, y necesariamente han debido colisionar con los intereses foráneos quienes han buscado diversas maneras de forzarlos física y o ideológicamente a que asuman las máximas del comercio.

Del mismo modo que los intereses de los sedentarios colisionan con los de los nómadas, nótese el caso de los romaníes (llamados gitanos), muchos conflictos se producen entre los defensores del libre comercio global y quienes aspiran a la independencia, autonomía y autosustento. No existe ninguna razón superior que dirima tales controversias, pues la moral de unos es tan valiosa como la de los otros, el único modo que se ha encontrado ha sido subyugar a los no comerciantes mediante los imperios recurriendo a la amenaza de respetar sus normas, unilateralmente dictaminadas y que sólo a ellos convienes, o padecer su furia desatada.

Ejemplos hay miles, el último paradigma se teje en estos mismos momentos a escasos kilómetros del golfo de Aden.

A quien le pertenece el alta mar:

Los imperios anteriores partían de la base que su poder era limitado y sólo alcanzaba hasta sus fronteras. Incluso se aceptaban diversas reglas para diversos territorios o personas que lo habitaban pues se consideraba obvio que el poder jerárquico destinaba a unos a gobernar y a otros a ser gobernados. Roma aplicaba diversos estatutos del mismo modo que se dividía en diversas regiones. Las fronterizas eran las más problemáticas pues se habían anexado hace poco y estaban en permanente riesgo de sedición. La existencia de delincuentes en cada uno de los imperios, independiente de las normas, explica por sí mismo que el control nunca ha sido total dentro de ellas.

Ningún imperio había aspirado a un control de todo el orbe salvo el europeo cristiano capitalista posterior al siglo XVI. Lo que en un comienzo parecía un delirio se transformó en una realidad tras la derrota China en la guerra del Opio que consolidó el imperio en que el sol nunca se pone, el británico; poseedor de menos hectáreas de tierra firme que el Kan del siglo XIV pero controlador absoluto del comercio marítimo mundial.

Los caminos empedrados de antes, diseñados para dromedarios, equinos y peregrinos, se transformaron en meras correas transportadoras de materias primas hacia los puertos y de chucherías británicas al ir de vuelta. Pronto se instalaron ferrocarriles destinados a hacer más eficiente el traslado de los insumos productivos desde el productor al puerto o viceversa.

Inglaterra no pretendía que cada una de las regiones del mundo fuera gobernada desde Londres pero sí que todos trabajaran para ella. Sus ciudades fachada florecían a costa de la desgracia importada fuera en Buenos Aires, Montevideo o Valparaíso.

El mar es imposible de ser gobernado como quien lo hace con una finca, el modo de hacerlo es controlar los puertos de abrigo y las rutas estratégicas como el estrecho de Gibraltar o el Bósforo. La idea es evitar que alguien transite sin su asentimiento, o que extraiga riquezas que los emperadores acuáticos asumen suyas aún antes de descubrirse.

Todo quien ose utilizar las aguas para usos imperialmente vedados se expone a ser considerado “pirata”. Tal designación consiste en la más antigua norma de derecho internacional vigente: Cualquiera que sorprenda a un pirata tiene el derecho a apresarlo y juzgarlo independiente si el daño ha sido perpetrado en contra suyo o de cualquiera. Es más, el sólo hecho que una nave no disponga de patente emitida por un estado legítimo, único título que permite el uso de su pabellón, la hace perseguible por piratería.

Esto es casi imposible que suceda pues existen estados que conceden patentes a quien se la pida como el caso de Panamá o Sierra Leona, por eso los “piratas” somalíes no están siendo perseguidos por esto sino por abordajes al estilo de los bucaneros o corsarios del siglo XVIII.

Me parece que es de justicia que los somalíes actúen de ese modo pues en ningún momento les fue consulado su parecer a la hora de dictaminar esas extrañas normas. Pero su accionar, por más justo que sea, es hostil para los dueños del comercio lo que hace previsible cómo actuarán en lo sucesivo con ellos lo que permite aventurar qué suerte correrán los desgraciados tripulantes sauditas.

Piratas del siglo XXI.

Los medios del sistema han logrado hacer primar su punto de vista y hoy se habla de piratas informáticos, de música, películas y video juegos, de vestimentas, perfumes, juguetes, etc.

Su atentando ya no es transitar las rutas marítimas que algunos consideran propias, o actuar con hostilidad frente a comerciantes saqueando sus mercancías o divisas, sino que el uso de un territorio simbólico, universal, que algunos ya han decretado como propio.

Los acuerdos de Montevideo, por ejemplo, que crean el GATT, determinan el uso que puede darse a bienes asumidos como comunes llegando incluso a la permisión de la privatización de especies biológicas. La música de un pueblo, por ejemplo, producida por años de prácticas de distintos individuos puede ser apropiada por otro, que no ha participado en su construcción, quien puede silenciar a todos los demás. Lo mismo ocurre con las variedades vegetales producidas gracias a miles de años de selección artificial. No solamente me refiero al caso de los transgénicos, en donde una variedad es “mejorada” artificialmente mediante la biogenética, sino que a las especies mismas como ha ocurrido con la Maca en el Perú.

Cuando Proudhon sentenciaba que la propiedad era un robo se defendía arguyendo que las cosas nos pertenecían a todos por lo tanto el único ladrón era quien sustraía una parte de ese todo a todos los demás. Es difícil aplicar esa máxima a la computadora con la cual ahora estoy escribiendo esto pues si se las entendiera así sería heroico cada párrafo, pero a nadie sensatamente le caben dudas que eso es lo que ocurre cuando alguno se hace dueño del aire limpio, del agua, del mar, e incluso de nuestros vegetales obligando a pagarles patente por el mero hecho de sobrevivir.

Son estos ejemplos de que la palabra pirata en si misma no contiene ninguna calificación pues sólo afecta su accionar a unos pocos que se lo tienen sobradamente merecido. Es más, necesitamos más piratas, más personas dispuestas a sabotear este sistema, pues se nos ha impuesto en contra de nuestra voluntad y en nuestro directo perjuicio.

Que no nos digan más que esto es una anarquía.

Sin gobierno implica inexistencia de jerarquías. Hasta el cansancio se nos dice que en el sistema interestatal cada estado pesa lo mismo por lo tanto no habría un gobierno mundial.

Pues esto es falso.

No es necesario volver al viejo complejo sudaca de que los yanquis aquí y los yanquis acá para entender que sí existe un poder por encima de todos los demás.

Sólo encienda el televisor y vea como se manifiesta el poder, como Francia, Arabia Saudita y Rusia bogan hacia una misma dirección. Vea, lea, y escuche cómo ni en alta mar alguien se sustrae de derecho escrito a la medida y con la premura de los hechos. Note cómo otros tantos ingeniosos ya están ligando los términos pirata y terrorista.-
miércoles, 19 de noviembre de 2008

Compañeros tranquilos, descuiden.








Tenemos capitalismo para rato.

Muchos izquierdistas llevan desvelados varias semanas a propósito de la anunciada estrepitosa caída bursátil. Estas breves líneas van dedicadas a ellos para que vuelvan a su plácido sueño ¿el de los justos? No lo sabemos, digamos por mientras el de los ingenuos.

Hasta ahora la historia ha sido la de la explotación del hombre por el hombre y la derrota de la izquierda. El modo en que una minoría conserva el control sobre la mayoría es el hacerlos olvidar esta cuestión elemental.

Hace un poco más de dos siglos un pequeño grupo de explotadores se hizo a la tarea de convencer a los pobres y unificarlos en torno a la evidencia, y arrojarlos como ejército hacia los otros explotadores. La promesa poco a poco fue tomando cuerpo y pronto se pasó de una libertad para todos a trabajo para todos y comida para todos; pero luego se desdibujó hasta una abstracta emancipación metafísica.

Cuando llegó la hora de pagar la factura los pobres de antes se transformaron en enemigos del partido, contrarevolucionarios y o agentes extranjeros; por su parte los explotadores de antes pasaron a ser jerarcas del partido, revolucionarios y o patriotas.

Pero no todo ha sido un desperdicio, ante diez mil años a lo menos de explotación civilizada, las derrotas de los últimos doscientos años deben valorarse en tanto aprendizaje. Aunque no debemos olvidar que los explotadores también han aprendido durante este tiempo.

Pero ¿ha aprendido la izquierda las lecciones o pretende reinar reprobando año a año los cursos?

El manejo de la crisis de parte de los explotadores es una muestra elocuente de cuánto han progresado. Mientras los barbones con traje verde oliva los creían delirantes dentro de la burbuja especulativa respondieron con la cabeza fría y al unísono, aplicando recetas nuevas, ante lo novedoso de la enfermedad, sin retirar por eso los cataplasmas y sangrías en aquellos casos en que aún funciona.

Lo que sucede es que mientras la izquierda presume de sus conocimientos académicos, la frugal clase dirigente mundial se ríe en sus poltronas humeando habanos de nuestras complicadas especulaciones. A la hora del lobo demuestran su oficio, sus sólidos conocimientos en historia y en economía, aquello que los hace reinar en el mundo de los ciegos. Aunque no escriban libros serios, ni los lean, lo cierto es que tienen cabal conciencia del mundo en que viven. Tenía razón Gramsci, si los pobres pensaran como los ricos de inmediato dejarían de serlo.

La izquierda se ufana, ante ella misma, de sus conocimientos y sin embargo ha transformado a la historia en un precario canto medieval a las glorias pasadas en que se menciona cada uno de los fracasos exaltados como triunfos morales; y la economía en una ruin vulgata en la cual desaparecen todos los ejes cardinales de la izquierda y por lo mismo es posible ver como un avance el que los estados se hagan cargo de las entidades financieras en desgracia.

Los medios alternativos no prestan servicio alguno a la emancipación del hombre si no hacen más que reproducir los conceptos oficiales con otras palabras o en otras audiencias. La única razón tras celebrar la socialización de las pérdidas vía “estatización”, como en los años treinta del siglo pasado o el imperialismo multipolar como a finales del siglo diecinueve, es haber dispuesto todo el tiempo útil a leer y pensar a tocar el ukelele debajo de una palmera.

La distinción público y privado sólo está en la cabeza de los analistas pues es la misma clase en definitivas la que dispone de esos recursos, o para que se entienda bien, la que ejerce el poder del cual el dinero es tan sólo un eficiente vehículo. Las distinciones género y etnia son otros cazabobos que mantienen empantanada la discusión entreteniendo a los bacheletistas y kirchneristas por un lado y a los evistas y obamistas por el otro. Todo esto mientras el pillaje continúa y se acrecienta so pretexto de la crisis.

La distinción entre economía financiera y economía “real” sólo está en la cabeza de unos cuantos embaucadores pues el único animal que vive indiferente a las expectativas, muy deriven estas de las apetencias instintivas, son los que criamos en un corral. Toda economía es una apuesta hacia el futuro, máxime la capitalista, que pende del delgado hilo del progreso infinito.

Pero, compañero, debemos celebrar porque el neoliberalismo ha fracasado. Si hueón, pero con nuestra plata, así que guarda las serpentinas. Y que no se te olvide que el neoliberalismo es tan sólo una palabra, una de las tantas creadas en la academia progre y con las cuales se infecta vía prensa “alternativa”.

Compañero, guarde el confeti, nos han estafado otra vez, el mundo está igual y peor que siempre y, al igual que en la crisis de 1929, la izquierda se ha puesto a rezar al dios capitalismo para que le arregle el problema.
lunes, 3 de noviembre de 2008

Lenguaje y Derechos Humanos.







Naturaleza o política.

Para Noam Chomsky, el ser humano poseería un núcleo elemental de programación cultural, algo que en jerga informática podríamos llamar kernel. Siguiendo con la analogía podemos mencionar como punto de convergencia, entre casi todos los que han estudiado científicamente el asunto, que el ser humano es la interacción entre hardware y software, es decir, de un cuerpo que se distingue del resto de los primates por ser lampiño, erecto, con un pulgar abatible y unas cuerdas vocales tensadas que le permiten la emisión de una gama casi infinita de sonidos; y una cultura que le dota de un contexto propicio para desarrollar sus capacidades pero que es específico y por lo tanto inhibe el desarrollo de todas las potencialidades.

Chomsky defiende que el lenguaje, y por extensión, las normas éticas fundamentales, se encontrarían en un punto intermedio entre hardware y software, y además, por ser inmutables, debiéramos considerarlas partes integrantes del cuerpo. Roger Bartra revisa detalladamente esta cuestión y las contundentes objeciones que han transformado a la teoría del lenguaje de Chomsky, propuesta en la década de las cincuenta, en parte de la historia de la neurolinguistica.

Bartra sin embargo no descarta los argumentos de Chomsky absolutamente como sí lo hacen de consuno los neurobiólogos. Es que a mediados del siglo pasado el reputado lingüista del MIT sustentaba su teoría en una observación empírica, la cual aún subsiste por la fuerza de los hechos: Un niño aprende un idioma aunque tal idioma se lo enseñe alguien que lo habla mal; luego este niño es capaz de perfeccionar esa lengua.

La explicación chomskiana es que existe una capacidad innata en el ser humano hacia el lenguaje, una especie de lengua universal, que le permite entender las primeras instrucciones aunque estas sean dadas erráticamente. Como el lenguaje constituye el marco de lo nombrable, y por ende de la innombrable, junto a una lengua primaria universal, o protolengua, tendríamos a una cultura primaria universal que por ende poseería normas elementales. Para Bartra, en cambio, existiría un punto intermedio entre cuerpo y cultura, más cercano al cuerpo por menos plástico, es decir, incapaz de variar sustancialmente en breves lapsos de tiempo. Los denomina circuitos neuronales culturales los cuales no determinan una lengua ni cultura específica sino que un modo específico de relacionarse con el habla y la cultura.

Tales cuestiones no son ejercicios intelectuales enajenados sino que son elementos insustituibles de cualquier teoría materialista.

Chomsky considera que los DD.HH son una expresión democrática universal y que por lo tanto refieren a una ética fundamental que todo ser humano tiene por el sólo hecho de serlo pero que los poderes opresivos, gobiernos, empresas, etc, acallan para su propio beneficio. Dicho autor, y también Bartra, incorporan el pensamiento Kantiano en distintos grados: Para Chomsky hay una moral universal aunque no se trate de una mera deducción del imperativo categórico; para Bartra, los circuitos neuronales culturales ocuparían un lugar similar al de los arquetipos formales sin por eso conducir a un lenguaje y una moral universal.

La explicación del catedrático estadounidense es complaciente con nuestra sistema capitalista pues lo considera de todos modos un avance en relación a otros sistemas, los cuales pueden ser tachados de precedentes. Es la vieja fe en el progreso y en la vía americana para éste, travestida burdamente. En el le monde diplomatique de octubre (edición chilena) Chomsky señala que los juristas latinoamericanos participaron ávidamente en la creación de la carta de la ONU y de la declaración de los DD.HH. No me referiré al rol protagónico de José Maza Fernandez, quien también integró la comisión redactora de la constitución chilena de 1925, pues está bien claro que fue similar al de los jueces de Nürembreg y Tokio. Los DD.HH no se consagraron de modo pacífico, ni menos democrático. Su historia es tan oscura como la de la conformación de cada estado nacional moderno. Durante sesenta años por más que han tratado de ser la voz autorizada de la mayor sofisticación moral de su época no han servido sino como pretexto para la legitimación del sistema de dominación más primario.

La tesis de Chomsky es ius naturalista y contiene todas las excrecencias de una teoría así. Al ocultarse la intima relación, o más bien identidad, entre derecho y poder, y defenderse un dualismo moral, una moral buena y una moral mala, por existir un punto de valoración meta moral, no nos queda más que soportar las aberrantes condiciones impuestas mientras le rezamos a la biblia o a Kant.

Si los DD.HH son normas universales, que yacen al menos larvariamente en nuestra constitución física, no se entiende porqué una de las reivindicaciones más importantes de los defensores de éstos sea la de su incorporación a los programas de estudio. Se debe proteger a la naturaleza y por lo mismo se debe concientizar a los infantes en la doctrina ecosistémica; se debe cuidar a la clase industrial local y por lo tanto se debe concientizar a los niños en la doctrina nacionalista. Todo esto ocurre por que la ética no viene incorporada en nuestros genes, ni los sistemas jerárquicos y disciplinados de dominio ni algún socialismo de silabario.

Enhorabuena los neurobiologos se han encargado de refutar a Chomsky, de oficio, a propósito de la investigación científica alienada. Sería sano que la izquierda se entere por fin de estos asuntos, pues es muy distinto padecer el actual sistema conformándonos por ser lo mejor a lo que podemos aspirar como humanidad, que declarar que somos libres para darnos el sistema que nos plazca. Si los DD.HH son el techo la política se reduciría nada más que al activismo judicial.