sábado, 31 de julio de 2010

Campaña contra la Hipocresía.









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viernes, 30 de julio de 2010

Marcha de Apoyo a las Demandas de la Huelga de Hambre Mapuche





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(Anti) Frenología (Anti) Mercurial.

Tratando de entender el flagrante ataque al pueblo mapuche de Marcelo Brunet.

Por Ariel Zúñiga Núñez

Ilustración creada para este artículo especialmente por Fiestoforo [*]

Los presos de consciencia cubanos han sido liberados, nuestra prensa destaca el hecho realizando entrevistas y coberturas especiales mientras casi todos nuestros políticos celebran pues hace meses que lo exigían. Hoy más descansados ocupan su tiempo en atacar al gobierno de Venezuela aunque ello implique defender al gobierno genocida y narco paramilitar de Colombia.

Al mismo tiempo silencian que los chilenos, aquellos que exigíamos la libertad de los cubanos y solemos reclamar por la falta de libertad de prensa en Venezuela, mantenemos presos políticos en el sur, un acto aberrante denunciado por las naciones unidas y una serie de organizaciones nacionales e internacionales. Estos presos hoy están en huelga de hambre, la prensa y los políticos callan.

El mapuche juzgado fuera de todo proceso debidamente tramitado, por policías, fiscales y jueces que poseen los mismos apellidos de quienes usurparon su territorio ancestral. Señalados por testigos sin rostro, pagados o extorsionados por el gobierno, a petición expresa de terratenientes de la zona.

La hipocresía es proporcional al tamaño de la barbaridad, los crímenes de la concertación no serán lavados ni con toda la lluvia del sur.

Piñera es un leal continuador de ese modo de tratar a los mapuche así como la concertación lo fue de la dictadura. Ha disminuido la devolución de tierras lo que fomenta las ocupaciones como denuncia el senador Tuma, al tiempo que se niega encarar las discusiones de fondo promoviendo políticas divisionistas y asistencialistas en la zona.

Tan importante como acusar la hipocresía y el evidente racismo, o aporofobia [1], de nuestra clase dirigente es comprender porqué y cómo ocurre esto. Las personas que están detrás de estas políticas quizá son el problema y mucho cambiaría si invertimos la mirada y aceptamos que ellos son el verdadero enemigo interno.

El mito de la superioridad cristiana occidental.

Existe un relativo consenso en torno a que la civilización habría sentado sus bases en el momento en que los débiles organizados triunfaron sobre los fuertes. Investigaciones recientes atribuyen dicha “rebelión de las masas” a la utilización del lenguaje lo que la situaría en los albores de la humanidad, es decir, entre ciento cincuenta mil y doscientos mil años atrás. La evidencia con que se sostienen es que el cráneo de los actuales humanos es más frágil que la de nuestros antepasados a pesar de que éstos no pueden asir objetos (para usarlos efectivamente como armas contundentes asidas o arrojadizas). Esto permite especular que el complejo sistema de comunicación que culminó con el lenguaje, posible sólo cuando el cuerpo había mutado para ello, se desarrolló a la par de las demás cualidades típicamente humanas como el bipedismo o el pulgar abatible.

Que nuestra civilización es el triunfo de los débiles sobre los fuertes es, sin embargo, una idea con muchos más años a cuestas y que se gestó a expensas de la antropología, y algunas veces de la historiografía.

El cristianismo-estoicismo desde que se hizo hegemónico ha reivindicado que la civilización occidental es un superación de las formas societarias precedentes. La separación que realizaron los imperios entre bárbaros y civilizados, proveniente de Babilonia pero común a todos ellos, fue actualizada para dividir al mundo entre la cristiandad y los infieles.

Nunca antes un imperio se había adjudicado dicha pretensión. Fueran los sumerios, los romanos, los incas o los chinos les importaba nada más imponer su dominio, es decir, vencer y convencer; ganar la guerra y obtener la paz. Pero el monoteísmo judío, sumado al universalismo estoico y a su noción de que la íntima consciencia del hombre importa más que su conducta, se fusionaron en el cristianismo, creando una forma de comprensión del hombre que hasta hoy imprime su huella en toda la humanidad.

Tanto el liberalismo como el socialismo, anarquismo y comunismo están cargados, y muchas veces son expresiones, de cristianismo-estoicismo. Estamos rodeados de infieles por evangelizar sea porque están ajenos de la cultura de los derechos humanos, de la solidaridad inherente al hombre o alienados de la relación de explotación que nos hace siervos.

Empero es casi unánime la sentencia que ve en el cristianismo una superación de la barbarie de las civilizaciones precedentes. El voto disidente es de Nietzsche, para quien la decadencia del hombre principia en Sócrates, el momento crucial en que los débiles asumen el control de un mundo gobernado por gallardos guerreros. El cristianismo no es más que la peor de las formas de la decadencia, un lamento de esclavos masoquistas que prefieren la lúgubre medianía antes que la gloria, nos dijo.

Nietzsche es una excepción del pensamiento de su época, por una parte disiente, con una batería argumental incontestable, al progresismo hegemónico de su época pero también del conservadurismo decadentista que reacciona en contra de prácticas democráticas que se hacen comunes a fines del siglo XIX en Europa y los EEUU [2].

Se puede discrepar del planteamiento del autor del anticristo pero, se debe hacer presente, que es uno de los pocos que logra indagar sobre aquello que por obvio se nos había siempre escapado. Estamos dentro de una civilización judía, estoica y cristiana católica, es decir, universalista, que se considera, antes y a pesar de todo, superior a todas las otras formas de organización, pasadas o presentes. Está tan imbricado aquel modo de ver y pensar el mundo en nosotros que las evidencias científicas en vez que darnos la posibilidad de pensar autónomamente nos refuerza nuestros prejuicios.

Es así como el desarrollo científico y técnico del siglo XVIII y XIX fundó las bases de las mayores atrocidades que conozca la humanidad, las de finales del siglo XIX y mediados del XX. Hasta hoy el asesinato es moneda corriente, basta ver como se conducen los EEUU en Iraq y Afganistán, pero las ideas que validaron los holocaustos (en la patagonia, en la araucanía, en el kurdistán o en alemania) han obsolecido pero siguen en latencia.

Diversos autores, verdaderos sicarios intelectuales, han acometido la tarea de remendar estas desusadas ideas para fortalecer a los ricos y poderosos en su continuado trabajo de exterminio de la disidencia. Se ha dicho, por ejemplo, que existe una guerra de civilizaciones entre el cristianismo y el islam, cuestión para nada novedosa salvo que se lo afirma para justificar el exterminio estadounidense en el oriente.

En la ruindad de lo cotidiano, los poderosos locales, se sirven de escribanos que confeccionan las justificaciones solapadas de los crímenes pasados, actuales o eventuales, es así como las víctimas son presentadas como demonios, como enemigos de la civilización, personas a las cuales es exagerado llamarlas personas pues se oponen a las reglas mínimas de convivencia. Ya que el derecho impera sobre todos los humanos toda estrategia de exterminio principia en la deshumanización de los rivales para privarlos del derecho, de la palabra y dejarlos al arbitrio del hierro y el plomo sobre sus indefensos cuerpos.

Los que deshumanizan.

Hace ocho años conversaba en torno a unas cervezas con el criminólogo y abogado brasileño Carlos Rogerio Pires en Porto Alegre. Le hacía saber mi disconformidad con el tiempo que se invierte en formar a los nuevos criminólogos al considerar materias obsoletas en la malla curricular. Que los estudiantes deban aprender de frenología [3] es como si los nuevos astrónomos debieran estudiar astrología, le decía. El me explicaba que el conocimiento pseudo científico seguía vigente en el sentido común, por lo tanto se estudiaba para combatirlo efectivamente. Aunque nos pareciera ridículo las policías seguían actuando con esos principios y con ellos la prensa.

Después de unas cuantas cervezas había tomado el valor para decirle algo que hace bastante rondaba en mi cabeza.

- Quizá el problema no es la frenología, posiblemente la metodología ha sido la incorrecta como en toda la criminología oficial, hasta la que se hace hoy.

Carlos se rió, y yo también un poco, pero le dije que era un asunto serio y que por favor me escuchara.

Las investigaciones criminológicas oficiales hasta hoy adolecen del mismo problema, lo que hace de todas, sean más o menos anticuadas, expresiones de pseudociencia. Todas, sin excepción, estudian a los “delincuentes”, es decir, a los que están presos. Asumen apriori que la justicia hizo bien su trabajo y quienes están condenados por robo efectivamente robaron.

- Estoy de acuerdo – replicó Carlos – pero la inocencia de los condenados pueden entenderse como un margen de error.

No, en ningún caso. El asunto no va por la inocencia del condenado sino por la no inocencia de los que estamos en libertad. Las investigaciones criminológicas no poseen muestras de control, no existen sujetos “no delincuentes” que se indaguen de forma simultanea y luego se comparen los resultados con los “delincuentes”. Además, los asesinos, por ejemplo, no siempre son delincuentes muchas veces son héroes nacionales, soldados condecorados, presidentes de la república o policías.

- Te entiendo, entonces dices que la frenología no es del todo falsa sino que el error está en que sólo compararon los cráneos de los que llamaban delincuentes.

- La verdad es que la frenología me parece un disparate de principio a fin pero algo me llama la atención.

- ¿Que?

- Me sorprende lo parecidos que son físicamente aquellos que ven delincuentes en todas partes y llaman a aplicar toda la fuerza de la ley sobre ellos.

- Carlos se rió entendiendo adonde iba y me preguntó.

- ¿Entonces dices que no existe un criminal nato sino que un criminalizador nato?

- Exacto.

Conversamos gran parte de esa noche sobre aquella extravagante hipótesis. Ojalá algún día poseamos los recursos para realizar esa investigación.

Fuera de bromas sigue siendo una hipótesis plausible. Pensemos que la delincuencia no depende de la conducta de un individuo sino que de la significación de ésta. Es más, no es delincuente quien actúa mal de acuerdo a los cánones morales imperantes, ni tampoco el que contraviene una norma legal. Lo que hace de un individuo un criminal es el ser tratado como tal por el sistema penal. No es delincuente quien asesina sino quien es criminalizado bajo el cargo de asesinato.

Este modo de comprender al delito a veces causa que el individuo sea invisibilizado por una espesa bruma sociologizante. Me parece que se debe reaccionar ante eso, somos sociedad y somos individuo, somos natura y cultura.

Es de suma importancia conocer el proceso social que produce los delincuentes, la criminalización. Pero conjuntamente, si lo relevante es dicho proceso también lo es saber quienes son vulnerables a ser criminalizados (aquello que se denomina la “clientela del sistema penal”) como conocer quiénes son los que criminalizan. La criminalización no es un proceso inocente que opera al margen de los individuos, requiere de un criminalizador y un criminalizado.

Existen por lo tanto personas más expuestas a ser criminalizadas debido a su situación de vulnerabilidad ante el poder penal ¿Existen además sujetos más proclives a ser jueces, policías o columnistas mercuriales?

Si dirigimos la atención en vez que sobre los sujetos previamente deshumanizados por la propaganda oficial en sus promotores, en vez que en los presos en los gendarmes, en vez que en los imputados en los fiscales, en vez que en los mapuche en los escritores anti mapuche, en vez que en los homosexuales en los homofóbicos nos encontramos con un extenso páramo aún no conquistado por la criminología.

Y si bien existe bastante literatura, en especial desde la psicología, que nos puede dar luces sobre la etiología del criminalizador, es decir, sobre cómo un bebé inocente puede transformarse en un Xavier Armendariz, en un Marcelo Brunet [4] o en un Rodrigo Hinzpeter sigo absorto en aquella epifanía que un día me mostró que la frenología está vigente pero mal enfocada.

Hasta hoy me sorprende que los tipos que castigan o piden castigos para los demás se notan, a kilómetros, tienen un rictus, una proporción en sus facciones, y me atrevería decir, hasta un olor característico. Su rostro mofletudo es parecido a una criadilla cocida al vapor. Aunque usen una camiseta del che Guevara y un palestino en el cuello, o una chaqueta de cuero y tatuajes, el color de fachos no se les despinta del rostro. Es un pálido en la cara, exceso de hormonas femeninas diría un positivista, como unos testículos lampiños pero gigantescos, como unas mamas secas con olor a muerte que ni su perfume francés disimula.

Notas

[*] www.fiestoforo.cl La ilustración ha sido creada teniendo a la vista la foto de Marcelo Brunet y su texto sobre los mapuche mencionado en la nota [4]

[**] En la foto de los eventuales criminalizadores natos, sujeto a investigación posterior, aparece George W Bush, alguien lejano al pálido mortuorio que he reseñado. No debemos olvidar, que al igual que el cardenal Medina, tal coloración no es de índole genética sino que es evidente la rosácea por alta ingestión de bebidas alcohólicas, aquello que se conoce coloquialmente como bronceado de cantina.

[1] Hablar de racismo es errado por dos razones. La primera, la división de los hombres en razas no es más que una categorización pseudocientífica, los hombres provienen todos de los mismos antepasados y la diferencia entre personas de razas distintas es sólo aparente, fenotípica. En segundo lugar no se discrimina, salvo casos muy puntuales, a las personas de “razas” diferentes sino que a las de culturas diferentes y más, sólo a las culturas subarternas o a los subalternos de esas culturas. Por eso lo correcto es hablar de aporofobia, la discriminación a los pobres, a los desvalidos, a quienes están debajo: http://terceracultura.cl/2010/06/10/pildorazo-aporofobia/

[2] Quizá el primer texto de este tipo sea “La democracia en América” de Alexis de Tocqueville, la lista continúa con el “ensayo sobre la desigualdad de las razas” de Gobineau, y el super ventas de principios del siglo XX “La decadencia de occidente” de Oswald Spengler. En habla hispana estas ideas arribaron con retardo, eso explica el éxito de “La rebelión de las Masas” de José Ortega y Gasset.

[3] “La frenología (del griego: φρήν, fren, "mente"; y λόγος, logos, "conocimiento") es una teoría antigua en la cual se afirmaba que es posible determinar el carácter y los rasgos de la personalidad, así como las tendencias criminales, basándose en la forma del craneo, cabeza y facciones. Desarrollada alrededor del 1800 por el neuroanatomista alemán Franz Joseph Gall y extremadamente popular durante el siglo XIX, hoy en día es considerada una pseudociencia. Ha merecido, sin embargo, cierto mérito como protociencia por su contribución a la ciencia médica con su idea de que el cerebro es el órgano de la mente, y de que ciertas áreas albergan funciones específicamente localizadas.” En http://es.wikipedia.org/wiki/Frenolog%C3%ADa “La vieja criminología era subalterna del derecho penal positivo. Es verdad que debe reconocerse a la escuela positiva italiana la tentativa de de quitarle a la criminología ese carácter subalterno mediante la elaboración del concepto de “delito natural” . Debe, sin embargo, recordarse que era precisamente del derecho penal positivo de donde la criminología obtenía de prestado, sea como fuere, las definiciones de realidad que pretendía en seguida estudiar con el método científico naturalista.” Criminología Crítica y Crítica al Derecho Penal. Alessandro Baratta. Editorial Siglo XXI México, sexta edición año 2000, página 34. Este modo de entender a la delincuencia constituyó el sentido común ilustrado por más de medio siglo rigiendo hasta hace poco en latinoamérica debido al retardo con que se aplica el conocimiento europeo en estas latitudes. Sin embargo en Brasil y Argentina la influencia de los reformadores progresistas positivistas llevó a que se realizaran gigantescos experimentos como la detección de anarquistas italianos por frenólogos en los puertos del atlántico del sur. Además se reforzaron los intereses comerciales en despojar a los indígenas de sus territorios y recursos basados en la “superioridad de la raza blanca y la inferioridad y perversidad natural de los nativos”. Hasta Salvador Allende fue un hombre de su época y realizó su tesis de grado dentro de los cánones de la criminología positiva defendiendo políticas eugenésicas que hoy nos parecen aberrantes. Ver, Socialistas de Ayer y Hoy: http://violenciaycontrol.blogspot.com/2007/03/socialistas-de-ayer-y-hoy.html

[4] Marcelo Brunet oficia de columnista del diario la tercera y el mercurio. Es profesor de derecho constitucional en las universidades católica de chile y Andrés Bello. Además ha escrito un libro sobre teoría del derecho y estado ("Manual de Derecho Político, Sociedad y Estado"). No quiero atosigar al lector con información innecesaria sólo diré que hace un par de semanas me enfrenté a él en una discusión electrónica vía twitter. Él descalificaba a una mujer, posiblemente estudiante, con una leguleyada tan vulgar como inoficiosa. “El que todos incurramos en un acto reprobable no implica que esta norma haya dejado de ser ley y deba dejar de obedecerse”, dijo. Desde el mero formalismo Brunet tenía razón, incluso su argumento es convincente más allá de nuestro sistema legal que diferencia claramente entre ley y costumbre. El problema comenzó cuando lo interpelé preguntándole si había considerado la teoría del ámbito normal de la norma para emitir un juicio tan tajante. Ignorante de dicha teoría vituperó en contra de la sociología y luego sobre la dogmática penal germana. Antes quiso escapar declarándose aristotélico y por lo tanto liberado “de todos los vicios de la teoría relativista pos cartesiana”. Quiere decir que alguien que hace clases de derecho constitucional, aplicación de la teoría del estado, en dos prestigiosas casas de estudio y es columnista de los dos más importantes diarios escritos admite tener un rezago de un par de milenios en filosofía y casi medio milenio en sociología. Quizá eres anticuado, le dije en aquella oportunidad, para evitar sacar el piso en que se había subido y quedara colgado de sus propias palabras. Pero él continuó, haciendo gala de una prepotencia que sólo un ignorante se puede permitir. Me quedó claro que era un rezagado y no un anticuado; en sus palabras denotaba tanto la ignorancia como el desprecio a todo el saber acumulado de la teoría política desde Aristóteles (tampoco de Aristóteles digamos que sabe mucho) así como de los autores posteriores a Descartes. El incidente habría quedado en el olvido si no es porque un lector de mi bitácora me envió una columna aparecida hace casi dos años en el Mercurio en donde se tildaba a los mapuche lisa y llanamente de terroristas, violentistas y guerrilleros (todo al mismo tiempo sin ningún rigor estagirita). [ http://www.mapuche.info/news/merc080225.html ] Para mi sorpresa el autor del texto es Marcelo Brunet. Si revisamos su blog personal [ http://blog.latercera.com/blog/mbrunet/ ] nos encontramos con ese mismo rostro pálido y lampiño que he mencionado en esta columna. Los que crean justificaciones para el exterminio de los más débiles poseen características morfológicas, y quizá biológicas, que es preciso investigar a la brevedad.




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lunes, 26 de julio de 2010

Aún no se Disipa la Amenaza del Indulto Insulto.


Factum non verbis.

Por Ariel Zúñiga Núñez


Se ha hecho una costumbre, una muy mala costumbre, el que nuestros gobernantes confundan sus anuncios con sus resoluciones o inauguren sus proyectos en vez que sus obras.

Recordemos a Lagos cortando cintas de estaciones de ferrocarril que al partir la comitiva cerraron o a Bachelet y el hospital fantasma de Cupepto. A propósito, ¿Alguien sabe si ese edificio sobrevivió al terremoto?

Sebastián Piñera ha continuado por esta sinuosa senda que sin la leal ayuda y consejo de la prensa sería intransitable.

Los medios tratan a los anuncios como si se tratarán de hechos consumados, los debates no se producen cuando hay meros proyectos, salvo casos excepcionales, sino cuando ya se han realizado los anuncios, ellos se consideran resoluciones. Para cuando se corta el queque ya están todos cansados y la noticia sólo ocupa un lugar destacado en diario oficial.

Piñera anunció que vendería Lan, cuando lo hizo dejó de ser noticia. Es normal y positivo que así sea pero también anunció vender Chilevisión y aún no lo hace ¿Qué debemos esperar del “anuncio” de Gabriel Ruiz Tagle? ¿Lo que hizo Piñera en Lan o su actuar en Chilevisión? No lo sabemos, no lo podemos anticipar. En ambos casos necesitamos actos, no palabras, mucho menos lagrimones.

Si es difícil confiar en la venta de acciones de una empresa, que no implica daño patrimonial sino que sólo una mínima limitación a al poder, no veo porqué debemos confiar en otros anuncios.

El actual presidente había dicho en su campaña que no indultaría a nadie. Meses después matiza su categórica negativa inicial, es decir, se desdice, incumple su palabra empeñada, para atender la petición de la iglesia católica.

Todos sabemos cual ha sido la sostenida política defendida por la alianza del presidente en materia de seguridad pública, allí no hay clemencia ni misericordia para los delincuentes comunes ¿Quienes eran, o son- por lo tanto- los reales destinatarios del indulto bicentenario?

Algunos han dicho que se ha perdido la oportunidad de ayudar a los presos comunes y sus infrahumanas condiciones carcelarias. En parte tienen razón, el justo ruego por ellos ha caído en un saco roto por el modo en que el presidente ha tratado el asunto.

Por una parte ha actuado como un especulador, tanteando qué le conviene más, cómo y cuándo. En segundo lugar su insoportable vanidad lo fuerza a vestirse de moneda de oro para caerle bien a todo el mundo. Tal disfraz no le sienta a nadie, menos a Piñera. Como dijo Fulvio Rossi “trató de quedar bien con dios y con el diablo, más con el diablo que con dios”.

No se puede quedar bien con todo el mundo, menos en un tema tan sensible como éste. La política consiste preferentemente en decidir asumiendo los costos. Algo que el presidente lo sabe muy bien con el dinero pero gobernando, en donde prefiere el aplauso en vez que el cumplimiento de sus objetivos, se ha mostrado reiteradamente incompetente.

Las declaraciones emitidas ayer, que tuvieron que ser refrendadas por su ministro del interior y de justicia para recién ser creídas, debió haberlas efectuado hace varios días, incluso meses. Recordemos que en campaña Piñera se reunión con los miembros de “Chile mi patria” organización que agrupa a los violadores de derechos humanos de la dictadura. Algo debe haberles dicho, y algo debe haberles prometido o no se comprende que lo apoyaran en las urnas.

Consultado en su momento Piñera jamás dijo que los delitos de lesa humanidad eran inamnistiables, imprescriptibles e inindultables. Tampoco dijo que los actos de terrorismo de estado y violaciones a los derechos humanos, en cualquiera de sus formas, eran a su criterio delitos de lesa humanidad.

Eso tampoco lo dijo ayer. Fue Hinzpeter y Bulnes quienes realizaron esa interpretación pues los dichos del primer mandatario aún estaban sujetos a leguleyadas a las 21:30 horas del domingo.

Si no serán indultados los asesinatos, los delitos relacionados con el narcotráfico, el terrorismo, los delitos sexuales, en especial en contra de menores y las violaciones a los DDHH la pregunta es quién podría ser beneficiado.

Los malintencionados han dicho que los posibles indultados son, en el evento que se los condene, su hermano Miguel y el ministro Mañalich por obstrucción a la justicia en el caso del choque en estado de ebriedad en contra de María Fernanda König. O que podría favorecer a los MOP Gate.

Bromas más, bromas menos, el indulto anunciado es muy poco misericordioso, “favorecería” sólo a personas que en otro contexto estarían expuestas a la eutanasia.

La mayoría de los delincuentes de la tercera edad están encarcelados por delitos de narcotráfico. La mayoría de las mujeres presas, y por ende de las madres, están encarceladas por homicidio o narcotráfico.

Los candidatos perfectos, por lo tanto, eran, hasta ayer, los violadores a los DDHH.

A mi juicio, sigue latente la posibilidad que Piñera indulte a militares que participaron en el terrorismo de estado. Esto porque no todos están condenados a crímenes como torturas, muertes o secuestros sino que a la asociación ilícita en organizaciones de exterminio o encubrimiento.

Las víctimas, y los familiares de éstas, saben que no es prudente bajar la guardia. Si Piñera busca el modo de eludir, una vez más, su palabra en este delicado asunto deberá ser capaz de hacerle frente a la generalizada condena nacional e internacional.

Visto desde otra perspectiva en este caso Piñera sólo puede perder, y sólo traicionar su palabra empeñada: Si en definitivas no indulta a militares cumplirá con gran parte del país pero traicionará a su sector y a los militares en retiro a quienes “algo”, al menos, hubo de prometer; si mediante argucias indulta a militares agentes del terrorismo de estado cumplirá con los suyos y traicionará al país, retrotrayéndonos a los peores tiempos en pleno “bicentenario”.

De cualquier modo indulte a quién indulte, aunque sea a un anciano recluido por el hurto de una manzana, traicionará sus palabras en torno a que no usaría esa facultad presidencia. Si no indulta a nadie, cuestión que dudo, traicionaría a esa iglesia de la cual se dice tan devoto.

Piñera se ha puesto en esta posición por no ser claro y no apostar por lo que es y por lo que cree.

La situación carcelaria y judicial requiere de una reforma estructural pues, hoy por hoy, es una eficiente máquina encarceladora de pobres y en uno de los países con mayor desigualdad económica en el mundo es obvio que su despliegue produzca más presos que en toda Argentina país que triplica nuestra población.

No será la caridad cristiana ni un hipócrita reencuentro bicentenario quién solucionará esto. Se deben liberar condenados pero se debe impedir que lo lleguen a ser, es decir, la decriminalización es la única receta, bajar las penas en la mayoría de los delitos es lo que se precisa ¿Será Piñera quién impulse eso? Lo dudo seriamente. Recordemos que la concertación no se atrevió a hacerlo, es más, actuó en dirección contraria teniendo personas lo suficientemente formadas para entender lo que ocurre.

Por eso no he creído ni por un segundo que Piñera haya querido ablandar nuestro sistema criminal en su primer año de mandato si la concertación lo endureció por 19 de sus veinte años y su sector lo criticó porque quería más dureza aún. Mi impresión es que siempre se trató de una transaca en que se liberarían a muchos presos comunes, a pesar del malestar que ello le produjese a los votantes de la derecha a cambio de una amnistía a los violadores a los DDHH.

Ese proyecto, parcialmente explicado por Ravinet, era el original y si podemos celebrar, no creo que sea el momento aún, es porque Piñera es un inepto no porque su intención original hubiese sido otra.

Y si de celebrar se trata tampoco existen razones para ello pues por un puñado de ancianos criminales en retiro se perdió la oportunidad de cientos, y quizá miles, de pobres diablos de traspasar los muros de las cárceles comunes.

Inepto y todo se debe esperar hasta el día que Piñera indulte, ahí recién sabremos los nombres, antes es un mero proyecto, una intención anunciada, una palabra empeñada de alguien que suele mentir y ufanarse de ello.





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viernes, 23 de julio de 2010

Palabras al Cierre.


Si existiera un cielo no te agradaría.

Por Ariel Zúñiga Núñez


Aquella nefasta época, y aquel duro invierno, terminó esa mañana.

Te vi sonriendo de felicidad por primera vez, tus ojos brillaban.

Hasta ese momento nos separaba casi todo. Apenas tenía veinte años, tu veinticinco, la diferencia se notaba. Yo era un niño agrandado, precozmente envejecido, tu ya habías estudiado filosofía y nada de lo que te digiera te lo tomabas en serio.

Nos encontramos al frente de la facultad de economía, en la calle ejército, teníamos que escribir un informe sobre los “estadigrafos de dispersión” para la cátedra de contabilidad. Llevabas años eludiendo ese ramo, en cambio yo, debía cursarlo debido a mi traslado de Valdivia.

Ambos quedamos sin grupo, yo por no conocer a nadie, tu por llegar tarde.

No nos caíamos bien, es un hecho. Aborrecía tu cinismo, tu excesiva tolerancia con nuestro oligarcas compañeros de curso, tu condescendencia con los profesores. Sabía que entendías lo que sucedía pero preferías ser adulado por un séquito de alcohólicos renegados, algunos de ellos los pocos amigos que tenía luego de regresar del sur.

Esa mañana tu feo rostro era bello, la careta de cínico se te había despintado y una bella sonrisa ocupaba su lugar.

- ¿No supiste qué pasó?

No, respondí. Era sábado, hace años que no pasaba nada, me dolía la cabeza, había dormido poco, tenía un millón de problemas de adulto, quizá algo más que un millón. Mi cabeza sólo dio para algo:

- ¿Suspendieron la entrega del trabajo?

- ¡No hueón! , está preso Pinochet.

Te miré sorprendido, era una broma muy mala, de tu estilo, pero no estaba tu séquito de aduladores para ofrendarte carcajadas, fue tu sonrisa de niño y tus ojos brillantes los que terminaron por convencerme.

Hace unos años te vi por última vez, te saludé con amabilidad, y tu de vuelta con tu acostumbrada impostación de jurisconsulto que tanto me irritaba, tu tarjeta indicaba que trabajabas en el gobierno. Te había visto antes, en la universidad, ocupando un cargo académico. Eso me causaba desazón por ti y una gran envidia por los nuevos oligarcas que podrían disfrutar, y aprovecharse, una vez más de tu sabiduría.

Hasta esta mañana cuando Raul me llama y me hace tu misma pregunta de casi una década.

Y yo, nuevamente en la misma posición, a sabiendas que nada pasa desde hace mucho le dije que no. Sin preámbulo me respondió que te habías matado en un accidente en motocicleta.

Al parecer ya llegamos a la edad en que nos empiezan a juntar los muertos.

Sé, y sabes, que no te escribo a ti esta carta sino que a mi mismo, que no existe un cielo y, que de existir, no te agradaría.

De tantas borracheras, de vino malo y cerveza tibia. De nuestra efímera vida de poetas sin poesía. Cuesta comprender como te alcanzó la muerte ahora después de que tanto la buscáramos.

Cruces en rojo, o a mitad de cuadra, por la Alameda. Infinidad de peleas ¿Recuerdas cuando me amenazaste con un lavamanos de loza que acababas de quebrar en el baño? ¿O cuando forcejeabas con Jorge en el suelo con una espada de la guerra del pacífico y cruzaron un ventanal en la reyerta?

Tengo la mala costumbre de recordar todo, adolesco de una mente de elefante que me tortura con su incesante registro.

Recuerdo cuando en la biblioteca indignado me dijiste:

- Estos gueones acaban de hacer mierda la reforma procesal penal.

- ¿Porqué? -te pregunté sorprendido.

- El fiscal nacional se elegirá de una quina, propuesta por la suprema, por el presidente y se validará por el senado.

- ¿Y? ¿qué está tan mal?

- Cómo, no te das cuenta, el tipo tiene que estar en la buena con los jueces, con el presidente y con el senado, sólo podría ser un imbécil.

Cuanta razón tenías querido amigo. Designaron a Piedrabuena y la reforma se hizo mierda en un par de años.

O cuando le pediste el código a José Manuel Prieto Montt, compañero nuestro, enfrascado en una discusión bizantina conmigo.

Prieto me decía:

- Ariel, si yo también estoy en contra de la propiedad privada.

Y tu le pediste su código civil, recién salido de imprenta. El te lo pasó, pensó que buscarías algún texto y tu le diste las gracias y te despediste.

Cuanto nos reímos con esa broma. Prieto pidiendo que le devolvieras el código y tu restregándole “pero si dijiste que estabas en contra de la propiedad privada”.

Y cuando dormiste en la cama de Jaime Guzman, me imagino como debe haber sido para ti, cómo hacías todo, con esa inocencia de niño malo y esa amargura de pobre y viejo.

O cuando estaba todo perdido, al menos para mi, en esa escuela que buscaba la excusa para arrojarme a la calle y te asomaste por la puerta de la sala en donde daba la última solemne de civil y gritaste:

- Ariel, vamos a estar tomando al frente.

El ayudante se enfureció y te dijo cómo se te ocurría, que estábamos dando una prueba, que eso no se hace. Y tu le dijiste, “perdón, me equivoqué”. El ayudante enfurecido no aceptó tus disculpas y te siguió insultado, a lo cual le respondiste:

- ¿Y qué quiere que haga? Ya le pedí disculpas, se trata de algo que hice, que no puedo retirar, usted me está pidiendo que me ponga a llorar o que me suicide.

Nunca me había reído tanto respondiendo una prueba de civil. El ayudante preguntó quién era Ariel, mis compañeros me apuntaron con el dedo, él se acercó a mi y me dijo casi gritando.

- Dígame como se llama su amigo.

- No creo que a él le guste que yo le de su nombre a usted -le respondí pausadamente-.


Sé que con eso me arrojé una pala de cal y otra de arena, pero así eran esos días, nuestra vida era una obra de arte.

Entre peleas, tomateras y gritos forjamos esa amistad titilante, de cantina, de hombres atormentados, en la bruma del amanecer sin rumbo y del color del vino sin nombre, vendido en cañas o bebido en la cuneta al aguaite de los pacos.



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miércoles, 21 de julio de 2010

Sobre el Indulto de delitos Inamnistiables.



El pago de favores de los clientes de la familia militar.

Ilustración de Fiestoforo, "el desconsejo".

Por Ariel Zúñiga Núñez



Las políticas “modernizadoras” implementadas en nuestro país durante el último siglo se han concentrado en lo económico, sólo la reforma agraria consiguió un efecto más amplio demoliendo las formas de poder tradicional que se mantenían inalteradas desde la época de los encomenderos.

Similar a España, la mayor parte de Chile hace dos generaciones se encontraba sumido en la servidumbre y la teocracia. Santiago era una capital administrativa, un pueblito grande, jamás una cuidad, en donde estudiaban y tomaban decisiones los miembros de la oligarquía. La “clase media” estaba definida por defecto, se distanciaba por milenios de los empobrecidos campesinos errantes o afincados, o más bien arrejuntados, en la capital; de los ricos se distinguían por ser más educados y o más cultos y por no poseer tierras, ergo, servidumbre.

Coincidió, por lo motivos que todos conocemos, que la desfeudalización del campo, por obra de la reforma agraria, no pudiera producir la secularización de la sociedad pues advino la dictadura. Es así como Santiago, y todas las ciudades del país, duplicaron su población (o la multiplicaron por diez como Temuco) transformándose en grandes pueblos con problemas urbanos más nunca en ciudades. Sólo hace una década que las grandes urbes comenzaron a tomar color y olor de ciudad, prosperaron barrios, cada uno con su identidad, y ahora se las carcajadas se escuchan mezcladas con la música y el descorche de botellas.

Hasta hace muy poco la felicidad, siempre breve y episódica, se disfrutaba de un modo clandestino. Bares oscuros, sin ventanas hacia la calle, personas hacinadas en las casas o bien escabullidas en los moteles.

La reciente modernización cultural contrasta con el subdesarrollo económico, la desrregulación ha transformado al país en un yacimiento de minerales, frutas, verduras, pescado, y seres humanos, que pueden ser procesados en cualquier faena por su escaso valor y alta tecnología de los procesos productivos.

La reciente, y forzada, modernización, exhibe las estrías de un crecimiento inorgánico, aquellas instituciones que provienen del medioevo, incluso antes, y que eran comunes a los imperios, sea el sumerio o el incaico.

En las sociedades modernas, por ejemplo Inglaterra, en que la reforma agraria se realizó hace más de doscientos años y la separación con el papado hace casi quinientos, las instituciones monárquicas cumplen un claro y acotado rol simbólico que potencia a la república.

En Chile, en cambio, sin que nunca existiera algún monarca soberano en su suelo, las instituciones del antiguo régimen, enquistadas en nuestra nominal república, no son otra cosa que la perseverancia del poder tradicional, su imposición ante la mayoría, su poder de veto, en fin, su supremacía.

Los “caballeros”, hasta hace unas décadas los grandes terratenientes hoy ocupan puestos estratégicos, estancos creados y solidificados durante siglos y que hoy se utilizan como castillos destinados a impedir que el país se secularice. Hablo de las instituciones armadas, la iglesia, los tribunales (el cáncer de las notarias y conservadores de bienes), las universidades y los directorios del macroempresariado.

Todas las instituciones señaladas funcionan como un sólo bloque, y han demostrado su solidez y transversalidad en momentos cruciales como el golpe de estado y la vuelta a la “democracia”.

Instituciones mediadores como la masonería no han sido el cemento de esa relación estrecha sino que la mentalidad tradicional compartida, inculcada y fortalecida en la educación católica. Detrás de todo poderoso laico chileno se esconde un jesuita.

Y es por eso que causa tan revuelo un documento redactado por los representantes de una potencia extranjera, léase, los estados pontificios.

Si fuera una solicitud del gobierno boliviano o estadounidense no daría más que para una columna anecdótica, y quizá una viñeta, pero viniendo del arzobispado se encara como un rayo arrojado por Zeus.

Me importa un rábano lo que piensen y digan esa banda de jureros, homosexuales reprimidos, pederastas, histéricos y delirantes personajes que se dicen autoridades divinas. Tendría que creer en una serie casi infinita de estupideces, tener lo suficientemente envenenada la mente como para aceptar su soberanía.

Pero en una sociedad tradicional, como la nuestra, mi opinión, que parece marginal por ser generalmente marginada siendo común en el pueblo llano, al ser extravagante, o más bien culpable de herejía para la clase dirigente, no es pertinente, y no es tomada en cuenta para una decisión.

Importa de sobremanera lo que digan los pederastas y homosexuales enclaustrados porque todos, sin excepción, de quienes ocupan puestos públicos fueron educados por esos pederastas y homosexuales enclaustrados. Eso los hace impermeables a mi opinión, que quizá es mayoritaria si se suavizan los adjetivos, porque todos quienes toman decisiones comparten una misma mentalidad, una medieval y teocrática, capaz de coexistir con un modelo de explotación económica de última tecnología.

Y así como fueron educados por el opus dei, los legionarios, los jesuitas, los salesianos o los sionistas ninguno de ellos, y lo digo así, de forma tajante, ninguno de ellos fue educado bajo los principios de una sociedad moderna, liberal, laica, plural, diversa y respetuosa de los derechos fundamentales.

Es por esa razón que la opinión de una mafia, como la iglesia católica, importa aunque esta sugiera la destrucción de los más caros principios valóricos que hemos conseguido erigir, es decir, el respeto por lo DDHH. Usan de su influencia para honrar a su clase, a los terratenientes devenidos en administradores de una republiqueta, eludiendo normas expresas que tipifican delitos inamnistiables e imprescriptibles.

Nos quieren decir que dichos delitos no son inindultables. Sólo una mente podrida, como la de alguien que cree en el diluvio universal puede llegar a una pobre conclusión como esa. No se habla de delitos innindultables porque las normas internaciones fueron dictadas para repúblicas, no para monarquías, Y EL INDULTO ES UNA INSTITUCIÓN MONÁRQUICA.

Es decir, se reúnen en el palacio de los espejos para un gran baile los curas, los milicos, los jueces, los académicos, los periodistas, los gobernantes para una vez más convenir en un burdo resquicio que envuelva la elusión de las normas internacionales sobre derechos humanos con un papel que diga reconciliación, justicia divina y misericordia.

Mención aparte para Clarita Szczaranski.

Como nuestro país carece de memoria y de prensa libre, la ex presidenta del consejo de defensa del estado Clara Szczaranski, usa su tribuna para elaborar un sofisma para autorizar el indulto de asesinos y violadores de los DDHH (La Segunda 20 de Julio de 2010), y al mismo tiempo, secar en la cárcel a los delincuentes comunes. Jamás había leído un manifiesto jurídico penal tan explícitamente clasista e irrespetuoso de la igualdad ante la ley; tampoco uno que se sirviera de argumentos tan sofisticados para concluir en forma diversa según si el delincuente es militar o no. Szczaranski dice que la prevención general es un mito, algo que todo penalista sabe, y que por ende no tiene sentido tener recluido a los violadores de los DDHH. Es decir, abusa del argumento de la criminología crítica abolicionista, pero, a reglón seguido, a sabiendas que ese argumentos fue construido por quienes decimos que es aberrante tener encarcelados a los delincuentes comunes, en especial a los responsables de delitos de bagatela, señala que estos últimos sí son peligrosos y por lo tanto se deben secar en la cárcel. Los violadores a los DDHH “no son un peligro para la sociedad, son un símbolo” nos dice, y añade “sólo son un peligro para sus víctimas y sobrevivientes.”

En nuestro país nunca se superó la sociedad tradicional representada por el cacicazgo de los encomenderos. Tampoco se superó jamás la dictadura. Los pocos condenados por delitos de lesa humanidad han sido un símbolo, o más bien, un chivo expiatorio. Se ha querido castigar a los ejecutores materiales de modo de eludir la responsabilidad de los intelectuales y políticos. Desde el comienzo se ha buscado el modo de auxiliar a estos “compañeros de armas en desgracia”, no se ha mezquinado ninguna herramienta legal ni ilegal para dicho cometido.

Ahora, que sólo unos cuantos están encarcelados, en condiciones escandinavas de privación de libertad, la iglesia católica chilena, una institución que hace bastante debiese haber sido declarada ilícita como fue el caso de colonia dignidad (por la ocultación de actos de pederastia, es decir, el mismo cargo en contra de la colonia) imposta una autoridad en la sociedad que no tiene para usar del poder que sí tiene en la clase dirigente y así torcerle la nariz a la verdad, a la justicia, a la ley y los DDHH.

Cuando era presidenta del consejo de defensa del estado, Szczaranski, luego de ser criticada constantemente por su negligente persecución a los delincuentes de cuello y corbata (empezando por las evasiones de impuestos de las grandes mineras) montó un show ¿recuerda? para expulsar a “Aerocontinente” de modo de asegurar el monopolio de Lan Chile en vuelos nacionales. Para cubrir su exceso de celo en ese caso, el que favorecía millonariamente a Sebastián Piñera, encarceló, también de modo espectacular, a un conocido delincuente, el Cabro Carrera ¿se acuerda?

Pues bien, a este sospechoso con muchos años a cuestas lo ingresó en una estrecha celda. El Cabro Carrera a las once de la noche le explicó a sus custodios que debía ser trasladado a un hospital. La orden de Szczaranski fue que se lo mantuviera en la celda. A las seis de la mañana del día siguiente el conocido delincuente fue conducido a la morgue luego de haber agonizado toda la noche al lado de sus custodios.

Hoy Szczaranski habla de “razones humanitarias”, obviamente para ella hay humanos más humanos que otros, o bien, humanos que pagan mejor que otros.

¿Razones humanitarias?

Todos sabemos quién fue el primero que utilizó ese argumento, y al único que se lo acogieron. Agusto Pinochet Ugarte fue quién exportó las “razones humanitarias” a su regreso de Inglaterra para eludir el juicio en su contra, montado en Chile para eludir la justicia europea.

La institución “razones humanitarias” es razonable dentro de una república pero absurda en una republiqueta, más aún en un estado confesional como el nuestro en que puede confundirse con cualquier capricho eclesiástico disfrazado de teológico.

Este 18 de septiembre conmemoramos el bicentenario de una vergonzosa declaración que renovó los votos de obediencia con el rey de España, que se creía cautivo. Doscientos años después seguimos remando río arriba del progreso, defendiendo obstinadamente un fundo grande, rotulado como país, una vulgar republiqueta bananera, sin bananas, y muchas parroquias.



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lunes, 19 de julio de 2010

La (i)relevancia de la verdad.


Lo sancionado es mentir mal.

Por Ariel Zúñiga Núñez


Gramsci distingue entre política y diplomacia. La política es la acción colectiva dirigida a producir cambios; la diplomacia, la administración de lo existente.

Tal división es consistente con la que realizan otros teórico políticos entre faz agonal y arquitectónica, o periodos de crisis y de estabilidad como diría Wallerstein sirviéndose de Prigogine.

La diplomacia depende, como un yonqui de la heroína, de la mentira. Sea la diplomacia propiamente tal, la relación entre los estados, o la gramsciana, la administración lampedusiana de lo existente. En un juego de póquer, la mentira, la especulación, la ostentación, el “bluff” no están prohibidos; lo imperdonable es ser sorprendido. Desde esta óptica no es reprobable el mentir sino el delatarse en la mentira.

El problema que se vive en nuestro país es que la actividad propia de los tribunales y despachos burocráticos, que se extienden a la política cuando es mera diplomacia, se ha extendido a la sociedad toda. Se ha universalizado la practica normal de la mentira hasta ámbitos impensados, e incluso opuestos a los fines de algunas instituciones al punto de desnaturalizarlas. Me refiero en especial a la prensa.

Bill Clinton en su affair con la becaria Mónica Lewisnky se enfrentó a un problema crucial, con la prensa y la sociedad estadounidense. Algo similar aunque con consecuencias más graves llevó a Nixón a la renuncia. Tanto Clinton como Nixon no fueron juzgados públicamente por lo que hicieron (mantener relaciones sexuales con la becaria y espiar a la oposición respectivamente) sino por negar estos hechos al ser inquiridos por la prensa.

En nuestro país, en cambio, mentir dentro de la política (por ejemplo Escalona con Juan Antonio Gómez cuando se pelearon y simularon una superación del incidente) o fuera de ella, como cuando las autoridades nos ocultan la verdad pública y notoria, la eluden o lisa y llanamente nos mienten, como el caso del subsecretario de deportes Gabriel Ruiz Tagle.

El rol que ha adoptado nuestra prensa ha sido el de reprobar el modo torpe en que se ha mentido en vez que ir sobre los hechos o sobre lo inadmisible que debiesen ser las declaraciones mentirosas.

Cada vez que una autoridad emite declaraciones falsas se emite un juicio sobre los “errores comunicacionales” en que se incurrió pero no existe un reproche público, al menos por nuestros medios oficiales, respecto de la mentira.

Se trata de un asunto que no nos interesa, sólo se juzga la verosimilitud más no la veracidad, como si la actividad estatal o el destino de nuestros impuestos fueran tramas de un espectáculo, de un docureality llamado gobierno.

La verdad mancillada, sobrepasada en dictadura y nunca más rehabilitada, sirvió a la concertación para ocultar sus tropelías así como al gobierno actual para las propias.

La iglesia miente para salvar a sus “ovejas” descarriadas, descubiertas en actos de pedofilia, abusos sexuales, violaciones sodomitas, prostitución, trata de blancos, conspiración para ocultamiento de crímenes; miente para salvar a los torturadores y asesinos, para eludir las normas sobre derechos humanos. Y la prensa le presta oído, se presta para avalar esas mentiras, difuminarlas y servirlas a cucharaditas a las audiencias en vez que cotejar las declaraciones con los hechos. Una iglesia al borde de ser declarada organización ilícita deviene en autoridad moral para eludir a la justicia debido a que la prensa, en vez que trabajar para que emerja la normal falsedad de la diplomacia, funciona a tiempo completo como agencia de relaciones públicas de los poderosos, dedicada a blanquear sus antecedentes públicos, complementando sus mentiras con otras nuevas si es preciso.

El gobierno miente para salvaguardar sus evidentes conflictos de intereses y para vender gato por liebre con la excusa de la reconstrucción.

Miente la concertación haciéndose los sorprendidos, acongojados e indignados por las políticas de sus sucesores siendo que son la réplica de las suyas.

Todos mienten, cada uno para sí y para todos, es decir, para cuidar sus intereses y además seguir atormentando a la verdad.

Mienten los senadores que acusan a Venezuela de tener oscuros procesos democráticos cuando en nuestro país la abstención dobla la votación del actual presidente. Mienten cuando acusan a Venezuela de no tener libertad de expresión cuando el presidente es dueño de Chilevisión y controlador de TVN y la Nación y todos los diarios escritos son de derecha.

Mientras los opinadores profesionales en vez que realizar lo que debe hacer todo ciudadano, empezando quién dispone de un medio de expresión, por más modesto este sea, que es cotejar las declaraciones de las autoridades con sus actos y con los hechos, se limitan a dar recetas de cómo mentir mejor, convalidar las mentiras o, en los casos extremos, indignarse hipócritamente, mintiendo, por lo mal mentirosos que han sido aquellos que se les paga por mentir bien.





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jueves, 15 de julio de 2010

Arriba los Corazones.


Malas noticias y una gran sonrisa.

Por Ariel Zúñiga Núñez



Los resultados de la encuesta CASEN enfrentaron a la clase dirigente de nuestro país a un espejo irresistible de eludir.

Chile es un país de pobres, miserables, en que vive una gran cantidad de millonarios y yacen colosales recursos naturales.

Sebastián Piñera convocó a una cadena nacional de radio y televisión para dirigirse al país. La mayoría pensó que continuaría su errada táctica de culpar de todo a la administración anterior.

El presidente, o el presimiente como algunos le llaman, ocupó diez minutos para decir muy poco. La mayoría de los espectadores sólo retuvo su frase, paradigma de su populismo y precaria espesura intelectual, “arriba los corazones”.

Un llamado desesperado al optimismo en momentos que somos acosados por sólo malas noticias.

Piñera dijo algo más, mientras hipnotizaba con su jopo y corbata fosforescente, afirmó que los programas “sociales” serían reevaluados sin excepción y que el próximo año sólo existirían subsidios a quienes cumplan “ciertas condiciones” como estudiar o trabajar.

Esto pareciera sensato pero las grandes empresas, que pagan menos impuestos que cualquier chilenos, además reciben cuantiosos subsidios, a ninguna de ellas se las obliga a contraprestaciones o al respeto de reglas adicionales a las generales.

En segundo lugar, los gobiernos neoconservadores, en especial los anglosajones, promovieron este tipo de políticas desde los ochenta produciendo polos de pobreza y marginalidad en primer mundo. Por ejemplo, Inglaterra tiene el mayor índice de embarazos adolescentes de toda Europa; su indigencia sólo es comparable a la de los EEUU.

La pobreza no se resuelve con subsidios directos ni tampoco con un crecimiento económico, sino que con un desarrollo socioeconómico equitativo.

Las prestaciones a los más pobres sólo son paliativos. Los gobiernos de la concertación se limitaron a gestionar a los míseros, conservar a la mitad del país en la mendicancia fiscal fue su propósito, tanto por su culpógeno socialismo latente en sus políticas capitalistas como por los réditos clientelares que tal proceder les procuró.

Piñera quiere, argucias mediante, suprimir o reducir drásticamente estos subsidios sin tampoco atacar la situación de postración en la que se encuentra el país.

La única posibilidad de que Chile salga alguna vez de la miseria es invertir ingentes recursos en educación. No hablo de duplicar su presupuesto sino de quizá multiplicarlo por diez. Precisamos de laboratorios, de educadores de primer nivel, de una universidad pública que forme a profesores para dichos planteles, de profesores extranjeros que suplan el déficit transitorio y que se les pague en divisisas para evitar la inflación, de disminución de alumnos por sala, un pago digno a los profesores, etc. De universidades e institutos públicos dedicados a formar científicos y técnicos de alto nivel.

La educación tal cual está, asegura que la ignorancia y la estulticia será generalizada en el país por siempre, y peor, también la pobreza.

La pregunta que se hacen muchos es de dónde diablos Chile, un país “pobre” podría costear tamaña inversión de la cual no se verán frutos en una generación y quizá más.

La respuesta está en nuestros recursos naturales, en especial los minerales, que hoy dejamos que los usurpen empresas transnacionales a pesar que la Constitución prescribe expresamente que son nuestros.

Sólo hoy las grandes mineras se llevaron gratis 60 millones de dólares sólo en cobre, esto no considera la depredación acuífera, energética y ambiental, tampoco lo que se llevan en oro, litio, molibdeno, hierro, etc. Las grandes mineras transnacionales se llevan cada año el valor completo de la reconstrucción por el terremoto y eso nos cuesta dinero pues no indemnizan los daños que originan con su producción. Y es dinero que no regresará pues son recursos no renovables.

Chile no es un país pobre, ya lo dije, es un país en que el ochenta por ciento de su población somos pobres y en la cual viven muchos millonarios, y con un territorio en que yacen recursos minerales, alimenticios, energéticos y estratégicos que de ser bien administrados harían del país el más rico del continente. Su valor total es aún mayor al del petroleo de Venezuela.

Lo que ocurre en nuestro país es como si una familia rica dejara que su hija se prostituyera por comida.

El país está en la miseria y la propuesta es aumentar la limosna (oposición) o mezquinarla (gobierno). No existe una estrategia de desarrollo; la mínima dignidad de exigir el respeto por nuestra soberanía, haciendo que las transnacionales paguen por lo que extraen, es un anatema.









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