viernes, 28 de marzo de 2008

Confesión.


Me preguntas cómo me siento.

Piensas que estoy mal, que estoy solo.

Asumes que estoy solo,

pero no ¿cuán mal, cuán solo?


Te lo diré nada más que a tí,

por que la casualidad nos hizo cómplices.


Me siento como el sobreviviente de una masacre,

como aquel que se levanta entre la sangre,

preguntándose porqué está ahí:

Si fue que te perdonaron, si tal vez ni siquiera te mereces la muerte.

Que te dejaron para que contaras,

para que asustaran tus relatos,

para que fueras la sal sobre los huertos.


Me compadeces por mi sufrimiento,

tratas de decirme que puedes acompañarme.

Pero tus caricias no entibian aquello que la muerte enfrió,

tus esperanzas no consuelan mis desvelos,

no calman la pregunta incesante de porqué estoy.

Un mero testimonio de la humanidad regada,

despedazada.


¿De que sirve la vida entre tantos muertos?

Si por lo menos hubiera algún sobreviviente que esperó la noche para levantarse,

que haya soportado el horror, el olor, a los buitres.


Si me preguntas como me siento te responderé:

Como el único hombre, como el último hombre.

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