sábado, 14 de febrero de 2009

La Presidenta en Tierra Santa.

Y el portazo del profeta Fidel.


No existe algo que retrate en cuerpo entero y diafanamente que la relación que los autodenominados izquierditas tienen con Cuba. Pues no existe algo, ni tampoco existió, en la isla algo que pudiera considerarse de izquierda salvo que nos preocupemos de los gestos o de los símbolos, de la cobertura de las cosas.

La revolución de Fidel fue una movilización de liberación nacional como muchas otras que existieron en el siglo XIX en toda América y en el siglo XX en todo el mundo. Su diferencia estriba en que se hizo en las barbas del imperio norteamericano y en su apogeo tal cual la de Haití con respecto de Francia, y por lo tanto motivó una reacción "machista" de los yanquis que terminó siendo un acto fallido (La bahía de cochinos). Desde entonces Cuba es un símbolo, lo grave es que es tan sólo eso.

Fidel viajó a los EE.UU a negociar la entrega de las fábricas confiscadas durante la revolución lo que fue tomado por los gringos, y de qué otra forma podría haber sido tomado, como un acto temerario. Los dueños no tenían nada que negociar, las empresas eran de ellos y punto ¿de cuando acá los usurpadores ponen las condiciones? La respuesta no se hizo esperar: Embargo. Aunque precisamente no se trate del mismo embargo que rige hoy sí se trataba de uno que impidiera que pusieran en marcha las industrias confiscadas, principalmente la del caucho perteneciente a la Goodyear, pues los dueños, tal cual ahora y siempre, no estaban dispuestos a lesionar el sacrosanto derecho de propiedad. Recordemos que el "socialista" Lula Da Silva hizo lo propio contra Bolivia para asegurar la propiedad de Petrobras.

La respuesta de Castro, propia de un buen gobernante autoritario, fue oportunista y autoritaria. Desde ahora la revolución cubana es socialista, y más aún, socialista a lo U.R.S.S. Eso produjo la conocida crisis de los misiles que enfrentó a Kennedy y a Kruschov. Quien crea que es tan sencillo para los gringos hacer las paces con Cuba, y en especial con Fidel y Raul Castro, por favor considere que una parte importante de la población estadounidense estuvo frenéticamente construyendo refugios antinucleares y que incluso a los niños, se les enseñaba a adoptar la posición de una tortuga en caso de escuchar un estallido.

Se trata de traumas tan severos como los que tienen y tendrán los iraquíes, la población de Dresde o del Japón de la fuerza aérea estadounidense, lo que en parte explica que un término unilateral y sin condiciones del bloqueo sea entendido como una señal de debilidad pero también, un acto de traición. Fidel se compró conscientemente el odio de los burgueses exiliados en Miami y de los industriales expropiados; pero también el de los ciudadanos yanquis que nunca, salvo esa vez, tuvieron que lidiar contra la amenaza de una guerra en su propio territorio: Una guerra que además era el exterminio nuclear total.

La confrontación con los EE.UU de parte de américa latina ha sido en gran parte en estos últimos años la de un adolescente con su padre tratando de afirmar su personalidad. Desde esa óptica el cese del bloqueo es una aspiración lógica del mismo modo que el retiro de cualquier ingerencia yanqui en la región. En un momento de adolescencia mundial, como a fines de los sesenta, el papel de rebelde sin causa de Fidel, y por sobre todo de Guevara, ejercieron un rol protagónico, aunque como digo sólo desde el trivial aspecto simbólico.

Todo esto es muy distinto a pretender que en Cuba se produjo una revolución. El mayor argumento en contra de aquella afirmación la da la propia cúpula gobernante cubana y sus defensores internacionales: Para ellos Cuba está aún en una revolución. Si una revolución requiere cincuenta años para recién estar comenzando y las estructuras de dominación no sólo permanecen intactas sino que se solidifican ¿cuantos milenios se requiere para salir de esta transición, o dictadura del proletariado, y disfrutar del socialismo?

Chavez se enfrenta a una cuestión similar en Venezuela, quizá por que se asesora al igual que Fidel de Sor Marta Harnecker, para continuar la revolución bolivariana tiene que necesariamente sostenerse en el poder. Eso no necesariamente es dictatorial porque existe un proceso electoral de por medio, uno de verdad no como las farsas cubanas; lo que sí está claro que de izquierda tiene bien poco porque este tipo de procesos liderados por caudillos que acumulan poder para realizar cambios nunca ha redundado en un beneficio colectivo que no sean limosnas. Actos refundacionales similares los han protagonizado O'Higgins en Chile, y antes Carrera, luego Portales; durante el siglo XX los nombres de Juan Domingo Perón y Getulio Vargas bastan y sobran. ...como diría Violeta Parra "y arriba quemando el sol". Refundaciones autoritarias, unilaterales, progresistas en su sentido industrializador y racionalizador del aparato estatal, pero en ningún caso una emancipación del hombre del dominio ejercido por el propio hombre; tampoco el principio de un largo sendero que nos conduzca hacia allá.

Una mera revolución en el sentido francés del término, generaciones de cubanos educados para venerar a Fidel como en los colegios de la Opus Dei lo hacen con Escriba de Balaguer; y ninguna posibilidad de una vuelta atrás.

Los autodenominados izquierdistas, los criollos, conservan esa relación romántico-mistica con la isla caribeña y no me caben dudas que muchos al cantar la internacional miran hacia la Habana como los musulmanes miran hacia la meca al rezar. Fidel y Guevara son algo así como los "padrinos mágicos", unos seres omnipresentes y nunca molestos que median entre la palabra revelada de Lenin y los fieles observantes del culto, a pesar del molesto ruido provocado por los agentes del capital trasnacional, y en especial por los conspiradores de la CIA.

Por eso que la visita de Bachelet a la isla era algo más que el rito de viajar, aunque fuera una sola vez, a la Habana; y qué mejor si eso incluye una reunión con el último profeta registrado.

Indignan los millones gastados en esta gira en plena crisis a fin de acarrear a cuanto pintamono con apellido de artisto existe y de sumarse acríticamente a actividades "culturales" sometidas a sistemas tan burdos de censura como los que existieron acá durante la dictadura: Sergio Bitar en su libro sobre su presidio en la isla Dawson - que motiva la filmación de una película que hoy se encuentra en pos producción- contaba que fueron castigados algunos reclusos por poseer algunos libros de Piccaso porque referían al "cubismo", para los militares eso se asociaba directamente con Cuba.

En la isla de Cuba, o más bien en tierra santa, están prohibidos a lo menos tres libros indispensables de la literatura nacional, no por su calidad sino por su indiscutida popularidad: Confieso que he vivido de Pablo Neruda, recolección de las memorias del poeta editadas tras su muerte; Persona non Grata de Jorge Edwards, que recoge las impresiones del autor mientras fue embajador de Chile en Cuba durante el gobierno de Allende; y, Nuestros Años Verde Olivo de Roberto Ampuero. Con Neruda hacen gárgaras moros y cristianos y de nada importa que en su fundación estén enquistados los más rancios y turbios empresarios, empezando por el Cucho Figueroa, a nadie se le ocurriría tildar al poeta de derechista menos de anticastrista ¿Cómo es posible que esté censurado en Cuba?

Hace muchos años leí "Confieso que he vivido" y pese a ser un mal libro, pésimamente titulado además, es un muy buen registro de los últimos tiempos del gobierno de Frei y los mil días de Allende. Que no se nos olvide que Neruda incluso postuló a la presidencia y fue senador así que sus memorias políticas no son las de un escritorcillo de poemitas. Tampoco existe ninguna acusación que conozca sobre que estas memorias sean apócrifas como sí lo son las de general Carlos Prats falsificadas por el beato del PC Volodia Teitelboim. El cuento es sencillo, Neruda se atreve a decir algo que lo dijo y sigue diciendo todo el mundo: Fidel Castro alargó su visita más de la cuenta generando más problemas que beneficios al complicado Allende. Pero Neruda no imputa a Castro la debacle e inclusive, benevolentemente lo excusa, como el único junto a Mao que apoyaron económicamente al gobierno de la Unidad Popular en los momentos en que este solicitó ayuda prácticamente de rodillas en la ONU para evitar la catástrofe. Italia ya lo había ayudado con los camiones Fiat 673 en el paro de los camioneros.

Ninguna maldad, ninguna injuria, menos alguna calumnia. Este pequeño ejemplo basta para comprender el mundo en que vive el señor Castro, y el aire irrespirable que se nos vende por revolucionario. Pero como dicen los hípicos, caballo bueno repite, Fidel Castro habló una hora y media con Bachelet, con lo que queda claro que no transaron más que un buenos días su señoría mandandirum dirum da considerando la locuacidad castrista. Cuando visitó la isla el candidato de la derecha integrista opus dei, Joaquin Lavin Infante, Castro le concedió una audiencia de ocho horas. Con Maradona creo que hasta han pichangeado. A nuestra presidenta que viajó del extremo del continente, acompañada de besabotas, empresarios y saltimbanquis, una hora y media, y quizá menos, y luego publica una crónica en que deja a su interlocutora como una señora a quien se le debe dar café pero que no se la debe tener en cuenta en los más mínimo.

Los chilenos deben devolver el cobre y el mar a los bolivianos pide Fidel, a horas de entrevistarse con nuestra presidenta. Esperemos que esto le sirva a nuestros creyentes gobernantes a que borren el asalto de cuartel moncada del santoral.