viernes, 27 de marzo de 2009

Somos Cada Vez Menos y Más Divididos.

En la naturaleza están las claves para la refundación.



La militancia de izquierda es minoritaria, tanto a nivel planetario como nacional. Sus miembros componen una fracción insignificante de la población mundial, sin embargo, entre tan acotado grupo no ha sido posible conciliar ni una táctica ni una estrategia; ni siquiera ha sido posible hacerlo a nivel regional.

Los dos primeros foros sociales de Porto Alegre se suponen que tenía la misión de constituir una nueva “internacional”. Pero ni siquiera existió una discrepancia sobre quién la lideraba como ocurrió a mediados del siglo XIX entre anarquistas y socialistas, orientales y occidentales, y luego entre radicales y socialdemócratas, bolcheviques y troskistas, o el Comitern versus todos los demás.

Esto es consecuencia de que la crisis de 1989 es algo mucho mayor a la cesación de pagos del bloque soviético, es un estado de falencia argumental, la carencia absoluta de principios y finalidades.

El resultado es que cada quien sigue su camino propio y cualquier resultado es valorado como un aporte aunque se trate de reiteraciones compulsivas de modelos fracasados, populistamente defendidos, y que allanan el camino hacia un colapso de la biósfera, y por ende de la economía, es decir, de nuestra base material.

La crisis es tan grave que, del mismo modo que no existen referentes conceptuales para instituir los gobiernos alternativos de los estados, dependientes cultural y económicamente; tampoco los hay para criticarlos. Entonces se decreta que el proyecto “bolivariano” es de izquierda por ser discursivamente contrario al “imperio” estadounidense siendo que el país del norte es el principal comprador del crudo venezolano. Cuba será alimentado con trecientos millones de dólares adicionales al año gracias a las remesas provenientes de los EE.UU más una cifra aún no cuantificada gracias al turismo ¿Qué diferencia habría con la Cuba de Batista? Mientras las FARC insisten con su patriada y desde la izquierda no se organizan repudios enérgicos a su actuar sino que se los sigue apuntalando, por omisión, debido aura romántica que los sigue cautivando.

A nivel nacional se confunde un catálogo del jubilado criticón, con mucho tiempo libre, entre consumista resentido y ciudadano anacrónico, con un programa de izquierda. Los más jóvenes, que en su mayoría no están inscritos en los registros electorales, y que aún se autorice la votación por chat no lo harían, intuyen lo falaz de la prédica del semanario “El Siglo” o el “Punto Final”, del monseñor Teillier, de todo ese discurso rancio, ferrocarrilero, de empanada con vino pipeño sin filtrar. Pero carece de un acervo conceptual al cual asirse lo que lo motiva a reproducir lo compulsivo, como parte del espíritu de la época, con acciones directas, autonomistas, que carecen de principios o de finalidades pues se agotan en sí mismas. El fin es okupar una vivienda, aunque se diga que es protestar; la gestión de ese proyecto irónicamente ocupa todo el tiempo de los okupas por lo que su pequeño mundo autónomo se transforma de un paréntesis al mercado a un mercado alternativo. Tal crítica, que se entienda bien, no debe personalizarse en los okupas, existen miles de ejemplos durante el siglo XX para ilustrar el punto pero al carecer de un marco conceptual tampoco es posible exigir que no se comentan errores que ya se han cometido. Sin una teoría estamos condenados a tropezar con las mismas piedras de nuestros abuelos y padres, del mismo modo que a nuestros hijos los condenamos trágicamente al mismo destino.

Somos pocos y divididos, lo que augura malos tiempos. La crisis económica en vez que fortalecer nuestra posición ha dejado en evidencia nuestra falta de propuestas. Años de desvelo criticando al neoliberalismo, el mismo que los lideres del mundo han derogado en un par de semanas y ¿Qué ha cambiado?

Apelaciones al pueblo, a lo legítimo, a lo democrático son meros palos de ciego en estos momentos de agitación en que estamos inmersos precisamente porque no existe tal sistema democrático, popular o legítimo. Y el pueblo es ignorante, como soslayar eso a sabiendas de la magra educación pública y los esfuerzos ingentes de las agencias de estupidización ¿Cómo dejaremos que ellos nos gobiernen? Se intenta repeler el populismo imperante con otro populismo, las viejas recetas fracasadas por otras recetas, aún más viejas y fracasadas.

La academia, y los academicistas, mientras veneran al dios onán desde Lacan hasta Derridá, pasando por los falsos positivos de Debord y Benjamín, descansando todos en la arena movediza nietzchana y o foucaultiana. Desde luego que esto ni es un avance ni un retroceso; sólo es la pérdida del tiempo y de ingentes recursos.

¿Qué parte del pensar para cambiar olvidaron?

Todo.

Unos creen que se debe resucitar una filosofía de la praxis, qué pelotudez más grande, porqué necesitamos una teoría que confirme aquello que todos damos por descontado: El cambio. Otros que las respuesta se encuentra el el opio gramatical o semántico. Qué obsena dilapidación de vidas y cerebros que construir una lógica que emancipe lo real con lo fantasioso.

Marx tenía muy clara la película, mucho más de lo que sus sucesores. Para él el hombre era naturaleza y cultura. Era un simio que devino en hombre primitivo, matriarcal, que necesariamente llegaría a ser civilizado, capitalista y luego comunista. Si dejamos todo tal cual pronto los simios se bajarán de los árboles y serán humanos.

Su comprensión de la naturaleza era precaria, recién se descubría a Darwin y al morir aún no se hacía público el legado de Mendel. La izquierda posterior a la segunda gran guerra condenó la burda eugenesia hitleriana y confundió toda indagación sobre la naturaleza humana como reaccionaria e incluso fascista, eso es lo que impide reconstruir el pensamiento marxista pues sólo se transforma en una compleja teoría idealista si entendemos al hombre sólo como cultura. Es plátónico pensar que el hombre es sólo software, es decir meramente espíritu o alma según se prefiera. Existe una base material del hombre así como la economía es la base material de la humanidad. Eso es lo que se ha olvidado por más de una centuria.

Y resulta que lo que nos dice la ciencia hoy es que las variaciones genéticas, mutaciones, no sólo son mera adaptación al medio, en el sentido del siglo XIX, como una sólo respuesta correcta ante una pregunta meridianamente acotada. Las fórmulas adaptativas son tan complejas que inclusive factores conocidos desde hace mucho hemos tardado en aceptar como evidencias: El ejemplo del pavo real, conocido y divulgado por Darwin, es demostrativo que la selección natural, mediante el apareamiento, es comúnmente un modo en que una hembra elige a un macho motivada por la estética. Los estudios de Prigogine por otra parte se han extrapolado mucho más allá de la química, a la historia social pero fundamentalmente a la historia física; durante las fases de equilibrio, extraordinarios esfuerzos producen insignificantes cambios y durante las crisis, una minúscula variación puede trasformar radicalmente las estructuras.

El desafío consiste en declararnos soberanos para reformular las teorías, empezando por las fracasadas. Eso no nos hace ni más ni menos izquierdistas pero la urgencia de una teoría hace de esta tarea algo prioritario e impostergable.

La historia material, desdeñada por años por gran parte de la izquierda, debe asumirse como propia pues eso mismo hizo en su momento Marx con la antropología de Bashofen y Morgan o las teorías de Darwin. No me parece que recurrir a las neurociencias sea, necesariamente, naturalizar al hombre puesto que, insisto, el hombre es naturaleza y cultura por lo que debemos, necesariamente, naturalizarlo y culturalizarlo.

Las variaciones culturales se producen en un par de generaciones, y en crisis, en un par de décadas a lo sumo; sin embargo las variaciones genéticas, de hardware demoran entre eones* y decenas de miles de años y en fases de crisis desde miles de años hasta un par de décadas. Incluso cataclismos pueden transformarlo todo de la noche a la mañana. Todo lo invariable está en constante cambio, las altas cumbres nevadas eran el fondo del océano e incluso, hubo un tiempo en que no existían especies biológicas pero tampoco los minerales.

Rescatar el conocimiento sobre nuestra base material es urgente e indispensable. No por que debemos naturalizar, entendiendo por esto deprivar de voluntad a los procesos, sino por todo lo contrario. La naturaleza es mucho más compleja, e incluso libre, voluntarista y arbitraria, de lo que se creía hace un siglo, y de lo que creen incluso hoy en día prestigiosos pensadores sociales.

*Un eón es una unidad de medida de tiempo: Un eón= Mil millones de años.

martes, 24 de marzo de 2009

Marx: Filosofismo y Economicismo;

Cientificismo, Dogmatismo e Ideología Marxista.


«El marxismo es el sucesor natural de lo mejor que la Humanidad creó en el siglo XIX: la filosofía alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés» (V. I. LENIN. Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo).

Las críticas profundas a Marx pueden sintetizarse en dos:

1º En un primer momento acoge muy en serio la filosofía nacionalista Alemana.

2º En un segundo momento, acoge muy en serio la economía política Inglesa.

Las reflexiones de Marx comienzan en un fluido humanismo y van transformándose paulatinamente hasta llegar a categóricas afirmaciones en las cuales el ser humano, se pierde en los sistemas filosóficos y económicos empleados. Engels lo explica, había que hacerlo ya que el cambio social y la fragilidad de la economía política eran cuestiones invisibilizadas, ellos se vieron obligados a hacer hincapié en estas dos cuestiones obvias y para ello utilizaron los sistemas de pensamiento incuestionados en su época: La Filosofía Hegeliana y la Economía Política Inglesa, en especial la de David Ricardo.

No se debe confundir la Filosofía Hegeliana con la Filosofía de Hegel. Hegel pasa de ser una víctima de Napoleón a un fervoroso esbirro del imperio Prusiano. Su obra es monumental ya que intenta justificar que el sistema político impuesto no solo es compatible con la libertad en sentido amplio reclamada en la Revolución Francesa, sino que sólo en ese Estado - prusiano- es posible hablar de libertad. El Estado Prusiano es portador del testimonio de Egipto, Grecia y Roma, es el resultado y el fin que perseguía toda la historia.

El mismo Estado que impidió que Marx fuera catedrático y que lo expulsó junto con muchos a peregrinar por Europa, es la obra culmine de la civilización, el espíritu absoluto de la Historia.

Por ello cuesta entender el uso, y posteriormente, el abuso de la filosofía Hegeliana en Marx. ¿Acaso Marx consideraba el pensamiento Hegeliano independiente de los propósitos políticos con que ellos fueron elaborados y pregonados?, ¿Se podía separar a Hegel de su pensamiento y a su pensamiento de su Praxis?. Desde luego que Marx no responde esta pregunta, su formación filosófica fue hegeliana y su profunda admiración inicial de Feuerbach, un revisionista de Hegel, le permite crear en su cabeza un Hegel propio en que la filosofía ya no es más el arte de la justificación del statu quo sino la metodología de su transformación. Pero esa afirmación categórica constrasta con el escaso aporte de la filosofía al cambio social en el transcurso de la historia de la humanidad. La sociedad al cambiar lo hace recurriendo a las primeras consignas que aparecen y al primer panfleto que tengan disponible. La dialéctica de la transformación no solamente es irrelevante de explicar en los momentos de la transformación, y sería esotérica en una sociedad tradicionalista que se ha mantenido estable por cientos de años. ¿Para quién va dirigida entonces esa prédica? ¿Los trabajadores que observan las dramáticas transformaciones en su sistema de vida y trabajo requieren que se les insista majaderamente de que es posible aquello que vivencian?

Desde luego que ese refinamiento tiene la finalidad de convencer a los intelectuales de su época. Debe hacerse entender en su comunidad intelectual. Hegel es el Teólogo1 y Feuerbach, uno de los tantos ideólogos que surgen a su sombra. Marx, en un principio es el iconoclasta y luego de haber borrado de un plumazo la filosofía anterior a él, la resucita con la finalidad de hacer posible la revolución en Europa.

Dicha finalidad es para Marx más importante que su coherencia intelectual. Para que los humanos se liberen de yugo deben primero organizarse, y para organizarse es preciso tener presente la concepción de mundo, la ideología de las clases dominantes que al ser hegemónica, es la ideología de la sociedad, y desde luego el sentido común.

Marx estudia filosofía Hegeliana y renuncia a utilizarla, luego la emplea y no es para capitalizar con esos conceptos improductivos en su cerebro. Debe hablarle en su idioma, a su época, para cumplir con la finalidad que el mismo había afirmado: Transformar al mundo, no explicarlo.

"El hecho de que la dialéctica sufra en manos de Hegel una mistificación no obsta para que haya sido él quien primero supiera exponer de un modo amplio y consciente sus formas generales de movimiento. Lo que ocurre es que la dialéctica aparece en él invertida, puesta de cabeza. No hay más que darle la vuelta, mejor dicho, ponerla de pie, y en seguida se descubre bajo la corteza mística la semilla racional. La dialéctica mistificada llegó a ponerse de moda en Alemania, porque parecía transfigurar lo existente. Pero en su forma racional provoca la cólera de la burguesía."

El Capital, Prólogo a la segunda edición.

Del mismo modo la Crítica que realiza a la Economía Política parece alevosa al día de hoy. No solamente se preocupa de denunciar al capitalismo como el responsable de la miseria en el mundo lo que es precisamente lo opuesto a lo que afirman los economistas clásicos. Sino que pretende que esa denuncia sea, en un primer momento, científica y luego, esa crítica adicionada a la filosofía Hegeliana made in Marx, sea entendida como “la ciencia”.

De este modo Marx se transforma en el mayor crítico del sistema capitalista y dediéndole a los administradores del sistema un amplio tratado de medicina sobre él. El exceso de Marx en este punto no es un enigma ya que al mismo tiempo como él le hablaba a los de su época, también él era un hombre de su época.

Sus furibundas críticas a los socialistas contemporáneos, a los cuales denomina utópicos, lo sitúa dentro de la camisa de once varas de fundar un socialismo científico. Muy fiel a su época el cree posible, un socialismo científico, y entiende a la ciencia de su época capaz de resolver cualquier dilema que se proponga. No cabe duda que en esa tarea sí fracasó Marx, aún peor, ese intento frustrado fue la antesala de todo el simplismo de la teoría marxista posterior salvo honrosas excepciones.

La Dialéctica Marxista, fundamentada materialmente en la crítica a la economía clásica, no deja de ser en todo momento una mera metodología. Transformar el mundo se reduce más que a una lucha política, a una intelectualidad; se debe aplicar esta metodología para comprender el cambio. No se recaba en que lo importante es el cambio mismo y el contenido de ese cambio. Aún peor, al ser una metodología universal, puede ser utilizada tanto para finalidades conservadoras, reformistas o revolucionarias.

Este es el momento en que el pensamiento de Izquierda se fractura, y queda el hombre desplazado de la contingencia por los conceptos. Aquí surge el maximalismo, que cree que la revolución llegará sola y sólo hay que enfriar la champagne para esperarla. Aquí surge la izquierda dogmática, disciplinada y fascista. Aquí surge la izquierda religiosa, dedicada a venerar a los santos caídos.

Del mismo modo que los protestantes criticaban a los católicos que su Iglesia dejó de ser una disciplina cristiana, que intenta pensar y actuar como cristo, para transformarse en una industria de administración de ritos y producción de ídolos; los socialismos reales mostraron de qué modo el loable fin de transformar a la humanidad se convertía en una industria del control, una producción de ídolos e idólatras, recitadores de textos metafísicos considerados revolucionarios, materialistas y científicos por decreto.

De este modo Marx se transforma en alguien que no habría avizorado ni en su peor pesadilla: Marx se transforma en Ideólogo. Sus esfuerzos obsesivos por ser recordado como un científico perecen cuando su monumental obra cae en mano de los bárbaros preocupados de que el prestigio de Marx valide sus acciones políticas.

Desde luego que la filosofía de la praxis de Marx, es mucho más compleja y rica de lo que fue recepcionada, incluso por su camarada Engels2, posteriormente. Pero es necesario tener presente el contexto del cual surge puesto que él relativiza los esfuerzos de ortodoxia de algunos que intentan, aún hoy, resucitar al viejo Hegel para reinterpretar y releer a Marx. Sin duda esos esfuerzos son loables cuando la filosofía es solo exégesis y glosa; pero cuando al que intentan emular fue el primero en concederle una finalidad al pensamiento - se piensa para cambiar - es pertinente preguntarse qué parte del pensar para cambiar no entendieron.

Somos esclavos de nuestras palabras y nuestras ideas son un engendro creada por el Dr. Frankestein. Por eso es importante hablar lo menos posible, escribir lo menos y más sintéticamente posible, y más aún, tener la humildad de reconocer que sólo combinamos palabras y nada más que eso.

1 Nietzsche le llamaba es el gran idiota Alemán, y además agregó: “Basta con decir: "Seminario de Tubinga", para saber lo que es la filosofía alemana: una teología en trasfondo de astucia”. (El Anticristo, I, 10.) Esto lo decía en alusión a los estudios de Teología en el Seminario de Tubinga y en el cual Hegel se interesó por la Filosofía. Se debe señalar que según Nietzche, Marx también era un idiota Alemán, pero llama la atención que el adjetivo de teólogo hacia Hegel lo comparten.

2 La superficialidad y el determinismo de Engels en “La lucha de Clases en Inglaterra”, es un ejemplo de lo repudiable del Marxismo no es solamente una conspiración capitalista. Que Fukuyama pudiera anunciar el “Fin de la Historia” está directamente relacionado con el añejo determinismo finisecular en que se transformó la filosofía de la praxis Marxista. Sus discipulos transformaron a Marx en un ideólogo, pero él también puso de su parte al incorporar el lastre de Hegel a su filosofía nueva y renovadora.

viernes, 20 de marzo de 2009

Libertad Natural.

Más allá del esencialismo.



La ciencia mecanicista explica todo lo existente menos el principio de lo existente, el origen de la civilización. Podrían tener razón autores que intentan superar ese marco teórico interpretando mecanicistamente la cultura como Luhmann, Freud o el conductismo, para quienes el hombre es tan sólo su historia; el sistema produciría a individuos funcionales, pues es el sistema el que se recrea en cada nuevo individuo. Esto explica todo, menos el cambio, por ende tampoco explica el origen.

Desde un naturalismo mecanicista el hombre sería un autómata, actúa según la influencia de su química corporal, la cual a su vez está programada genéticamente. Esta visión podemos mejorarla incluyendo lo cultural, en un sentido más complejo que el de los autores antes señalados, con lo cual nos enfrentaríamos a un hombre dual, similar a la de los ordenadores actuales, una fusión entre hardware y software. Pero esta visión es estrecha e incapaz de explicar dos cuestiones capitales: la primera es que, a diferencia de los ordenadores, el hardware produce el software y también, aunque no nos parezca así a simple vista, el software también produce o reproduce el hardware; la segunda cuestión es que la articulación hardware y software no explica el cambio, por ende tampoco el origen, salvo como un algo programado o como un error, lo cual también sería un asunto de diseño.

Es una visión típicamente occidental el enfocar la mirada en el individuo, incluso más allá del proceso de individuación moderno. Esto sería un individualismo epistemológico que de algún modo construye un sistema de conocimiento de acuerdo tales cánones sin que dichos cánones sean conclusiones científicas. Debido a ese sesgo al hombre se lo ha querido entender “libre”, tanto de la naturaleza extra humana como de sus congéneres. Esta visión ilustrada considera al hombre “libre” para salvarlo de las fauces del determinismo mecanicista. Kant crea la respuesta idónea, querida y necesitada por sus contemporáneos y por los gobernantes posteriores hasta hoy; pues es la justificación de un sistema político cultural estoico en un momento en que los conocimientos acumulados rebasaban el continente ideológico. Kant sentencia que el hombre es libre, y que está más allá de la naturaleza porque somos categoría, el que piensa, el que mira; dicha libertad difiere en gran medida a la que propone un siglo y fracción después Kelsen, utilizando la misma metodología crítica idealista, pues la despoja de su moral estoica dejándola tan sólo en la formalidad de posibilitar la imputación: Somos libres pues podemos conducirnos, o no, de acuerdo a un precepto, aunque dicho precepto sea una amenaza. Esto no lo hacen los animales que tan sólo pueden ser domesticados mediante los básicos estímulos placer y dolor, pues el hombre, tal cual lo enfatizaba antes Nietzche, es un ser esencialmente perverso pues elige aquello que le hace daño y renuncia a lo que le da placer. Los animales serían utilitaristas, quizá la naturaleza toda lo sea; menos el hombre pues no se gobierna necesariamente por los instintos básicos y su sistema cultural depende de una innovación anterior al software, o de un software básico integrante del lenguaje, la capacidad de motivar su conducta de acuerdo a preceptos.

Esto último pone en crisis tanto la base del pensamiento de Freud, Hobbes o Carl Schmitt, para citar sólo a algunos; el hombres no es esencialmente malo. Y también la tesis de aquellos que sostienen lo contrario con las distintas versiones del buen salvaje. Subsiste, empero, la visión de Montaigne: Los salvajes no son ni buenos ni malos, ni nosotros mejores (o peores) que ellos. Por lo tanto la civilización ni depende de la maldad desarrollada del hombre, ni de su bondad reprimida. Estas visiones son aprioris, lo ficciones en el sentido de Jeremy Bentham, creadas para entender la realidad, que al impedir precísamente aquello sólo cumplen la función de que aceptemos una doctrina anti científica.

La libertad de Kelsen carece de sentido y de contenido, pues es la radicalización de la libertad de Kant, emancipada del imperativo categórico. Dicha libertad es el presupuesto de la humanidad, incluso anterior a cualquiera civilización. Pero se trata de una libertad no libre en el sentido que, del mismo modo que el hombre puede optar resistir un mandato, el sistema funciona por ser excepcional esta resistencia; el sistema produce individuos funcionales por lo cual las “elecciones” de los individuos carecen de esa libertad entendida como la carencia de determinación o no la ejercen por regla general. Por lo tanto no debemos confundir ese pequeño margen de maniobra con la libertad y esto no porque adhiramos a un nuevo esencialismo sino por lo que paso a explicar a continuación:

El único modo de comprender el cambio, y por ende el origen, es mediante un concepto de libertad, como libre de determinación y creadora al mismo tiempo; una libertad en la creación y recreación del mundo mucho más allá de lo estrictamente humano sino que presente en la naturaleza toda.

Un animal marino comenzó a hacer habitual su presencia en las playas, mucho antes, eones antes, que un simio bajara del árbol; que quede claro, que decidió bajar de un árbol, otro ente biológico decidió salir del mar y establecerse en la tierra firme. Esta decisión, que Darwin llama procesos de adaptación, no se encuentran impresos en nuestros genes salvo en tanto como mero procedimiento; pues cada ente biológico que actúa con independencia de su determinación genética y cultural, determinada esta última para los seres básicos también por su genética, crea y recrea a la vida de acuerdo a su voluntad. Este acto por sí sólo no produce nada, pero sin estos actos la tierra no sería nada más que minerales.

La libertad por lo tanto es algo mucho mayor a lo que creían los ideologos ilustrados pues es el fundamento de la vida; no está más allá de la naturaleza sino que es inherente a la biósfera. Es nuestro punto de contacto no sólo con los demás seres humanos sino que con la naturaleza.

El hombre no sólo es libre, por tanto, de crear y recrear este sistema, sino que además de crear el que quiera e incluso crear al hombre o al ser superior que se proponga. La diferencia entre obtener lo uno o lo otro difiere en que para cambiar el sistema cultural requerimos unas cuantas generaciones y para lo otro decenas de miles de años por cada mutación genética. Esto ha sido siempre así, a voluntad, es lo que explica tanto la humanidad como la naturaleza de la cual somos parte. Libertad y vida se confunden.

jueves, 19 de marzo de 2009

Querido Santa Claus,

Sé que estamos recién en marzo y que no he sido un buen niño, ni conseguiré hacer méritos de aquí a diciembre, pero creo que me debes unas cuantas cosas de otras veces, en que sí lo fui.

No se trata de andar cobrando sólo entiendo tus millones de preocupaciones y los miles de millones de usuarios que requieren por tus servicios; por eso te escribo ahora pues creo que atiendes los pedidos por estricto orden de llegada.

Quiero pedirte que para esta navidad:

- Los empresarios prefieran perder dinero en vez que ganarlo, pues hay crisis.

- Que los gobiernos no abusen del populismo para gestionar el descontento social.

- Y que por favor la izquierda gane las elecciones aunque cualquiera sea el candidato, y con cualquiera me refiero a CUALQUIERA, pues así nomas estan las cosas.

Espero que este año no decepciones al único que sigue confiando en ti.

ariel

lunes, 2 de marzo de 2009

La Creencia en el Hombre Ajeno de Sí Mismo y su Reconciliación.

Una Crítica a la Ideología Alemana y también a su Filosofía.




El aporte de la filosofía alemana ha consistido en el vano intento de hacer coherente al hombre en tanto animal y en tanto miembro disciplinado en un sistema cultural específico, con una definición a priori del ser humano en tanto inherentemente libre.

No caben dudas acerca de la enorme influencia que han ejercido estos pensadores desde Goethe hasta Kurtz, y muchos pondrán el grito en el cielo por mi actitud desafiante de tratar indiferenciadamente a autores tan disímiles como Nietzche o Kant, pero no se trata de un alegato academicista, de una nueva relectura ingeniosa de los clásicos o de un infantil modo de capturar la atención de algún adolescente; es mi modo de contribuir a la construcción de una alternativa política, una que se emancipe de las taras del pasado, las cuales incluyen las teologías de distintos profetas como la de Hegel, sino que también la de Carlos Marx que incluso hoy sustenta fervientes feligreses que lo veneran en tanto pensamiento científico.

Hasta ahora había tratado de defender a Marx en tanto pensador válido e indispensable para la construcción de una teoría política de transformación de la civilización interpretandolo en el siguiente sentido: Toda estupidez proferida por Marx debía omitirse, jamás interpretarse exegéticamente como proponen algunos sacerdotes iluminándo sus textos con el tenebroso candil hegeliano, pues lo relevante del marxismo no es lo que dijo sino la razón por cual lo dijo. Olvídate de lo que dijo Marx, era mi planteamiento, piensa y actúa como Marx lo haría si estuviera vivo. Pero mi excepcional modelo interpretativo no alcanza ni siquiera a constituir una tendencia y si lo hiciera todavía me encontraría con el gran problema que si existiera Marx viviría en Cuba plácidamente (siempre y cuando no se lo haya tronado como anti fidelista). Tratar de autorizar mis fragmentados y modestos argumentos contribuye tanto a la beatería como a la demonología; decir “yo pienso” siempre será más arriesgado pero dudo que haya otro modo de ser honesto.

Es que Marx dijo que había que cambiar la realidad en vez que interpretarla, lo que se podría entender como el hacer ambas en simultáneo. Pero la interpretación de la realidad marxista pertenece a la especie más deleznable de la filosofía, el idealismo germánico que él mismo criticaba considerándolo teología; sus virulentas críticas a sus contemporáneos, por otra parte, ha producido un oscurantismo que ha sumido a la izquierda en una nueva escolástica. Marx estaba equivocado en cada una de sus tesis propias, así lo ha mostrado uno de sus principales detractores, la historia; pero sus argumentos bastaron para relegar al olvido a muchos pensadores y para sellar los caminos a múltiples desarrollos teóricos posibles. Su socialismo científico era tan sólo una mezcla entre una crítica al sistema capitalista, sin proponer un sistema económico que sostuviera la economía industrial, y un alegato redencional típicamente alemán basado en una moral estoica mediada por Kant y hablada por Hegel.

El soliloquio germano al ser tan extenso y complejo consigue ser autorizado de inmediato por aquellos pensadores burocráticos, preocupados por encontrar una excusa al pensamiento más que enfrentarse a la inconmensurabilidad de la ignorancia del ser humano e intentar trascenderla. Esto sucede así porque cada pensador germánico pretende construir un sistema nuevo en que quede todo explicado; por todo debemos entender aquello que dan por explicado sus contemporáneos recurriendo a su maestro respectivo. La vision mecanicista determinista no les basta pero no les desagrada por lo tanto le añaden al ser humano un origen mítico, una naturaleza moral o un destino. Esto zanja el asunto sin ponerlo en discusión. Cada uno de estos elementos significa al hombre de un modo distinto pero todos concuerdan en que el hombre no es un producto biológico cultural, por ende histórico, sino que esencial, meta social, metafísico. La libertad y la igualdad no son para Marx dignos anhelos del hombre moderno capaces de reivindicarse gracias a la exuberante productividad económica del sistema capitalista, sino que elementos esenciales de la humanidad que la lucha de clases suprime, que por tanto, al suprimir la lucha de clases reconciliaríamos al hombre con su esencia. El hombre así definido no es muy distinto al de los cristianos y es común a la filosofía alemana la cual sólo excepcionalmente difiere, aunque, claro está, para darle otra naturaleza a priori, metafísica, al ser humano.

La historia comienza con un grupo de intelectuales que pretendían henchir sus pulmones más allá de los límites de sus cajas toraxicas. Se sentían como dioses atrofiados, confinados a vivir y padecer en pequeñas aldeas mientras sus vecinos se erigían como estados. De la promiscuidad e inmediatez de la vida doméstica surgió esa lúdica complicación conceptual la cual no se satisfacía en los monasterios por ser mayoritariamente protestantes. El clima frío, los espesos bosques, la lejanía de la santa sede y la carencia de cortes cosmopolitas que permitieran hacer gala de su refinamiento cultural redundó en que se institucionalizara el deporte de la metafísica. La mala idea de la primera generación romántica de inventar una nación consistía en construir una cultura propia; ello exigió no sólo que se reinventara el pasado sino que desde él se interpretara el presente y proyectara el futuro.

Durante el siglo XIX se expresó la misma táctica y estrategia bélica del siglo XX e inspirada en la misma ideología, es decir Lebensraum + Blitzkrieg (Guerra rápida de conquista y anexión con el fin de adquirir el espacio que los alemanes sentían que se merecían) Y así como Hegel se le ocurrió un día inventar la filosofía otro se le ocurrió a Marx que el pueblo elegido no eran los israelitas, ni los alemanes como creían sus contemporáneos, sino que los proletarios industriales de ciertos estados comandados por profetas alemanes. Y diligentemente sus apóstoles se dedicaron a divulgar las buenas nuevas emprendiendo una guerra a muerte contra todos los herejes, principalmente sobre los pensadores eslavos, pero también en contra de aquellos que suscribían ideas británicas como las de Owen o francesas como las de Prouhdon. Al igual que en el siglo XX sólo atacaron a los franceses e ingleses alevosamente, es decir, sobre seguro, una vez que habían disciplinado a los inferiores; los primeros golpes fueron dados hacia el este, en contra de los subdesarrollados, en donde irónicamente sus ideas regirían absolutamente por más de ochenta años.

Para principios del siglo XX el pensamiento alemán campeaba en todos aquellos lugares en que no habían sido capaces de crear un pensamiento propio antes del siglo XIX y sus idealizaciones comenzaron a determinar la estructuración de los estados modernos “inventados” por los procesos de independencia forzados, tanto en Europa como América, por las guerras napoleónicas, y por los procesos de descolonización del siglo XX. Nociones como Folclore o Estado de Derecho se universalizaron del mismo modo que de contrabando se incorporaban otras como esas ideas típicamente germanas de que la única manera de realizar la libertad es mediante un Estado y que el ser humano ha sufrido una grave afectación en el pasado que es posible remediar por medio de la acción racional de modo de reconciliarlo con él mismo. Todas fundamentadas en el neo estoicismo kantiano con su dogma que existe una moral universal, inherente al hombre, la cual es posible conocer por medio de la razón.

Estos más que ser tópicos recurrentes de la filosofía alemana son sus axiomas. La excepcionalidad según muchos se encuentra en el supuesto materialismo marxista y en el idealismo antiromántico nietzcheano.

Pero esto sería así tan sólo aparentemente. Para Marx el hombre vivía en un mundo pre social en que regía un matriarcado y un comunismo primitivo pero que no se correspondía con la naturaleza del hombre. Toda la historiografía conocida ha sido un valle de lágrimas que el ser humano necesariamente debe transitar hasta redimirse. La historia no es un motor que se alimenta con las contradicciones sino que una trayectoria necesaria compuesta por estaciones. La dialéctica se deduce de una historia humana ya conocida por Marx y a la cual accedió por la única vía posible de conocer detalladamente lo meta empírico, es decir, mediante la revelación. O bien una meditación trascendental lo condujo a la epifanía o tal visión no era más que una reordenación ingeniosa del acervo metafísico que decía estar criticando. Mientras se mofa de la lógica hegeliana por ser vacía, del mismo modo que la moral kantiana es meramente formal, las dota a ambas de contenido creando un evangelio moderno que niega transitoriamente el universalismo católico cristiano profetizando que será restaurado una vez que la historia haga lo suyo. Los hombres son iguales unos de otros, pero no lo son en el Estado sino que en la mera formalidad; el hombre se emancipa en el momento que se reencuentra con su naturaleza organizándose políticosocialmente de una forma adecuada.

Para Nietzche la tragedia del hombre ha sido precisamente esta noción redencional cristiana. La igualdad original corporativa de la cual se compadecen los románticos germánicos, que se ha perdido en la antigua Atenas, es una mistificación carente de sentido pues el hombre se había perdido a sí mismo mucho antes. El origen de la tragedia estaría en Sócrates, en su visión absurda que existiría una realidad ideal a la cual deberíamos regirnos. El hombre perdió su capacidad de gobernarse a sí mismo - y en eso no podemos estar en desacuerdo con el célebre sifilítico - pero eso es contrario a su naturaleza, y ahí tenemos de vuelta la monserga mistificante y naturalizadora del hombre. Por más que Nietzche sea el mayor crítico y desmitificador de la filosofía alemana su empeño en polemizar dentro de su cultura lo hace cautivo de su lenguaje, y al parecer de sus axiomas. Las religiones universalistas son la expresión palmaria de la decadencia del hombre, pero el decaer (o progresar) supone un sistema valorativo meta histórico; el hombre estaba más cerca de Dios en un pasado idílico y si supera la hipocresía de las religiones, que en vez que contenerlo sólo lo limitan, podrá desatar toda la potencia contenida convirtiéndose en su propio Dios. Pero ¿Porqué sería mejor este hombre libre, desatado, al punto de ser arbitrario y déspota, que el diligente y sumiso hombre de familia? Porque el hombre libre, metafísicamente hablando, es un axioma de la filosofía moderna pero en específico de la alemana; la crítica nunca alcanzaría los axiomas sólo los argumentos anteriores construidos al alero de ellos.

Pero esta forma de razonar no es adjudicable a tan sólo una visión de mundo - para utilizar un concepto alemán - típicamente finisecular. Los alemanes perseveraron durante el siglo XX en la creación de nuevos banquetes utilizando los mismos ingredientes. La idea kantiana de conciliar el determinismo animal y la libertad, que definiría al hombre, y la idea conservadora del paraíso perdido, nostalgia de aquello que nunca existió, vuelve en Freud y Erich Fromm, el hombre nace libre y la sociedad lo reprime, lo que el lenguaje separó el lenguaje une; y el neo marxismo de Fráncfort insiste al igual que el neo neo de Krisis, en la monserga germánica de un hombre disgregado, esquizoide, enfrentado así mismo, posible de reconciliar. Al igual que Marx se reviste el idealismo moral y la nostalgia romántica de un materialismo que lo exime de rendir cuentas en algún tribunal metafísico. Si el hombre debe transformar su sistema social para ser hombre a cabalidad quiere decir que la idea de hombre trasciende la historia y todo aquello que conocemos por humanidad.

El hombre debe ser porque de algún modo es. El intento de falsificar una noción de hombre para justificar un determinado programa político ha sido la mayor la contribución de la filosofía alemana a la historia de la modernidad. Si somos animales que compartimos un acervo genético, que se nos ha impreso una cultura, y en la vida lidiamos entre rebelarnos y conformarnos a ella, no existe un hombre que sea, más o menos hombre, de lo que somos nosotros en este preciso momento. Y para comparar moralmente a los distintos sistemas culturales, que es lo que haría diferentes a los hombres, exigiría que contáramos con un punto de valoración del cual carecemos. La desesperación por poseer alguno ha llevado a que los metafísicos inventen el suyo para, o bien justificar el statu quo o la transformación política interesada. Esto olvida que la política no debe porqué fundamentarse en una idea trascendente pues bien puede ser un acuerdo entre algunos hombres en pos de materializar sus anhelos, sus razonamientos y hasta su mera voluntad caprichosa de imponerse, resistirse o conformarse. En síntesis, naturalizar al hombre es considerar su cambio o conservación como una necesidad lo que impide su desarrollo en tanto voluntad y proyecto; existen varios modos de naturalizar al hombre, por ejemplo la socrática, y la de Marx es otra aunque con luces de neón se escriba lo contrario.

Es y ha sido una peligrosa idea el que encontraremos la medicina frente a la hipocondría resolviendo la sensación de vacío que experimenta el hombre intelectualmente inquieto al contemplar la inconmensurabilidad de nuestra ignorancia. La ansiedad por restringir la búsqueda del conocimiento sentenciando respuestas no sólo es una típica actitud de ideólogos o de propagandistas, sino que es una vocación que ha asumido la filosofía en general y la alemana en particular, con Carlitos Marx de mascarón de proa.