martes, 26 de junio de 2007

Brasil: País Tropical.


Qué desperdicio de recurso es tener una Cancillería que no funciona. Los 300 millones de dólares del Transantiago son una ganga en comparación a sostener embajadores, cónsules, agregados militares y culturales, y un ministerio de Relaciones Exteriores, cuando éste es tan sólo un adorno.

La semana pasada en el programa Informe Especial se mostró un paseo millonario de un fiscal que se le ocurrió viajar a China para recabar información sobre el hurto de cables de cobre en Chile y su exportación a Asia; la Cancillería fue incapaz de proveerlo siquiera de un traductor y qué decir de la coordinación con la Aduana.

Ahora el asunto es Zacarach.

El gobierno no fue capaz de explicarle a la opinión pública nacional que en Brasil existe algo que se denomina "Estado de Derecho" y que el proceso para traer un detenido a tribunales Chilenos debe hacerse de acuerdo a las normas preconcebidas por los Brasileños.
No tiene que ver con hablar o no hablar "con Lula", cómo dijo nuestra presidenta tiene que ver con aceptar normas similares a las que Perú debe soportar para que les devuelvan a Fujimori, o los Argentinos a Menem en su momento.

Y es posible que los Brasileños se tomen el trabajo de revisar el proceso de Zacarach y las condiciones carcelarias a las que se enfrenta. Puede ser que algún funcionario menor de Santa Catarina quiera obtener notoriedad y hacer una carrera a costa de sacarle úlceras a los Chilenos. Pueden pasar muchas cosas. Pero el gobierno se apresuró en decir que el asunto ya estaba cocinado, es más, Don Belisario aseguró que Zacarach estaba de vuelta el próximo miércoles. Eso mismo puede ofender a algún nacionalista Brasileño y que el Pedófilo se transforme en una bandera; además, cada quien que tiene poder no quiere que se lo desconozcan y menos con publicidad internacional.

No me cabe duda que la Secretaria recepcionista del palacio de Planalto tiene mejor calificaciones que el mejor funcionario de la cancillería Chilena.

Y es que sus únicas credenciales son haber abierto de par en par las fronteras a las empresas depredadoras trasnacionales; regalarle el cobre a dolar y medio a Ming Metal cuando vale tres y medio; dejar que nos extraigan la madera, el oro, el cobre, los peces y cuanta materia prima encuentren y devolverlas procesadas. Todo casi sin arancel.

Es decir, mientras se quejan del robo de cables de cobre, el Estado chileno mediante la cancillería se preocupa de atraer a los capitalistas para que extraigan nuestras riquesas sin que paguen un sólo peso por ello. Y que en vez que se denomine robo, piratería o pillaje se le llame "inversión extrajera".

Así, si los Brasileños demoran a Zacarach sólo por joder, sólo por demostrar quien manda, sólo por satisfacer el ego de algún magistrado provinciano, será tan sólo una anotación más al prontuario de nuestra cancillería.

Y los chilenitos que hoy pueden darse el gusto de viajar a tomar sol y caipiriñas deberán reconocer que en Brasil también existen leyes, tribunales y separación de funciones estatales.

Que Brasil es algo más que un prostíbulo futbolizado.

Que el país Bananero es el nuestro aunque no seamos un país tropical.